Entrevista con Wu Ming 4: mitopoiesis y acción política
Revista "El viejo topo", Barcelona, n.180, Julio 2003Amador Fernández-Savater
1. Desde Luther Blissett hasta Wu Ming, vuestra actividad política y literaria ha girado en torno a la noción de mitopoiesis: la creación colectiva de mitos, relatos o historias vinculadas estrechamente a una comunidad. Mucha gente ha escrito cosas muy variadas sobre la función social de los mitos: Durkheim decía que se encargan de dar cohesión a las colectividades humanas mediante la creación de un lenguaje común para nombrar las cosas y los comportamientos; George Sorel decía que más bien dirigen unas energías, inspiran una acción que suprime el estado de cosas presente y engendran entusiasmo para afrontar esa tarea; otros autores hablan de que los mitos quitan el miedo y devuelven al mismo tiempo a una comunidad la confianza en sus posibilidades. En Esta revolución no tiene rostro (Acuarela Libros, 2003) vosotros habláis de que nos ayudan a atravesar la "noche en lo ignoto (el desierto, las fases de incertidumbre en el conflicto social)". ¿Qué significa esto? Y en general, ¿qué función cumplen para vosotros los mitos en una comunidad dada?
RESPUESTA: Todas las funciones que has citado son fundamentales para el nacimiento y la supervivencia de una comunidad. Y, por lo tanto, también para una comunidad en camino y en lucha.
El problema es el mantenimiento de un equilibrio entre esas funciones que, prisioneras de sí mismas, pueden producir procesos fuertemente "identitarios". Los mitos, las historias, mantienen el sentido de una comunidad y, a su vez, la comunidad mantiene vivos los mitos, reflejándose en ellos y produciendo otros nuevos. En el momento en el que la comunidad se apergamina, también los mitos comienzan a esclerotizarse y retroactúan negativamente sobre ella, en un círculo vicioso peligrosísimo. Ése es el momento de buscar nuevos mitos.
Las historias son el carburante ecológico de las comunidades en marcha. Pero pueden también convertirse en instrumentos opresivos y paralizadores. El patrimonio de perspectivas e historias compartidas, el imaginario, forja una base de cohesión comunitaria, pero no hace falta mucho para pasar de la cohesión, del sentido de un camino que se está recorriendo, a la construcción de una identidad fija, que hay que mantener y preservar de las contaminaciones externas.
Basta pensar en un pueblo nómada y absolutamente "mestizo" como el judío. Éste ha podido sobrevivir, confrontarse a otras culturas, mezclarse con ellas y al mismo tiempo sobrevivir a varios intentos de exterminio, gracias a un bagaje mítico y de historias fortísimo. Su mito más fuerte, el de la Tierra Prometida, transportado por todo el mundo, ha sido un propulsor increíble para la cultura judía durante toda su historia y ha contribuido al desarrollo de Europa. El Judío Errante, con su Tierra Prometida en la mochila, ha sido una de las figuras más fascinantes y sorprendentes de la historia y ha producido personajes como Moisés ben Maimónides, Baruch Spinoza, Isaac Newton, Karl Marx, Sigmund Freud, Albert Einstein, Hanna Arendt... ¡Woody Allen! En el momento en que se ha sacado el mito de la mochila para concretarlo y vincularlo a una identidad territorial cerrada ha terminado por producir un estado militarizado, discriminador, belicoso.
Del mismo modo, los mitos propulsores, prometeicos, de lucha, que tienen una función indispensable pues empujan a la comunidad a cambiar el mundo, pueden convertirse en altares sobre los que sacrificar la diversidad, la "desviación", la contaminación, asumiendo una forma teológica. Es el caso del mito de la revolución proletaria, que ha guiado dos siglos de lucha, implicando a comunidades amplísimas en el proceso de superación de las propias condiciones de vida y obteniendo resultados impensables. Pero, más tarde, ha producido regímenes totalitarios aberrantes que se han apoderado del mito utilizándolo contra la comunidad que lo había acuñado.
La función que los mitos desempeñan en una comunidad no se puede separar nunca de la relación que la comunidad instituye con ellos.
Ésta es la razón por la que la actividad del "narrador" se convierte en algo importantísimo. Porque seguir contando los mitos, modificándolos, descubriendo nuevas acepciones, adaptándolos a la contingencia del presente, es el antídoto contra su esterilización o su alienación. Y, por lo tanto, contra la esterilización y alienación de la comunidad.2. Vuestra actividad política y literaria se inscribe directamente en una comunidad, en lucha y construcción permanente: el movimiento global o "movimiento de movimientos". En concreto, ¿qué mitos circulan en y por el movimiento global? ¿Qué líneas de fuerza mitopoiéticas detectáis en esa "mar inquieta y bullente" que es la multitud del movimiento global? ¿a qué material simbólico dan forma? ¿cuáles de esas líneas promovéis y cuáles no?
RESPUESTA: Tratemos de discernir algunas líneas mitopoiéticas entre las muchas que hay.
En primer lugar, la imagen del "levantamiento" contra los Grandes de la Tierra, un número incalculable de personas que se ponen en pie y pretenden ampliar el ámbito de decisiones sobre las cuestiones de interés planetario. A este momento le sigue otro: la asamblea constituyente mundial (El Foro Mundial de Porto Alegre, el europeo de Florencia), donde se individúan en concreto las líneas maestras de ese otro mundo posible. Las imágenes que nos vienen a la mente recuerdan al Juramento del Juego de Pelota, una especie de secesión en la que las multitudes se encuentran y prometen no desistir hasta que no consigan ser tomadas en consideración por los poderes constituidos. Otra narración fundamental es la de la "red", la red global de lo compartido, de la comunicación horizontal, de las migraciones, que se contrapone a la del comercio, la del beneficio, la de la explotación.
Luego está la cuestión de América, a la que se querría contraponer el mito de una Europa más fuerte, capaz de sostener una guerra fría entre ambas entidades geo-políticas, una guerra que se habría inaugurado con el ataque a Iraq.
Ésta es una línea peligrosa. Ante todo, porque un movimiento nacido en Seattle no puede ser "anti-americano", y sólo si en los Estados Unidos se recupera esa ruptura del "frente interno" será posible poner en crisis el modelo de la guerra permanente. Por eso, resulta mucho más importante e interesante redescubrir los mitos de la "otra América", de la historia libertaria de ese país, desde su revolución anticolonial al "derecho a la felicidad", de Toro Sentado a la IWW, de Martin Luther King a Malcolm X, de la brigada Lincoln a los Beatnik.
En segundo lugar, porque no sabríamos qué hacer con una nación europea. La historia a la que se refiere el movimiento es otra, habla de "planeta" y, por lo tanto, Europa es interesante en la medida en que es una realidad en bosquejo y en proceso de formación, en la que todo está todavía en juego. Europa es un campo privilegiado de acción, pero sólo como laboratorio de una apertura hacia el exterior, de una conexión con los pueblos que atraviesan el mundo y que lo habitan. Ésta, y no la de la "Vieja Europa" (en gran parte una historia de colonialismo económico y cultural), es la historia que puede interesar al movimiento.3. Los mitos siempre han estado muy vinculados a la figura del "héroe" y al relato de sus "acciones ejemplares". Así concebidos, los mitos corren el peligro de engendrar una percepción servil de unos seres extraordinarios y de asociar heroísmo y martirio (autoabolición en nombre de una causa)? Creo que vosotros no dejáis de lado la noción de "heroísmo", como un combate diario por una vida libre y digna contra los regímenes de sometimiento y humillación, pero la redefinís radicalmente. ¿Cómo se puede representar un heroísmo colectivo y anónimo, para el cual lo verdaderamente extraordinario sea precisamente lo más común y que al mismo tiempo no elimine las singularidades ni la ambivalencia (como podía hacer Sorel con su homogénea noción de "proletariado indestructible" en su mito de la "huelga general")?
RESPUESTA: Existen una visión y una utilización "de derechas" de los mitos. Jünger defendía la eficacia propulsora del mito subordinándola a la figura de un héroe mítico, un "nuevo Teodorico" o un "nuevo Augusto", es decir, un gran personaje capaz de cargar sobre sí el destino histórico y consumarlo, desafiando a su propio tiempo. Hitler era un habilísimo utilizador de los mitos en este sentido. Ésta es una lectura reaccionaria y mística del mito, que añora y quiere recuperar los presuntos fastos del pasado, la edad de oro de los reyes y héroes, antes de la "caída" de los hombres en los pantanos del presente.
Pero existe también una lectura reaccionaria del mito que procede de la tradición de la izquierda histórica, que, de acuerdo con Horkheimer y Adorno, tiene su origen en el desarrollo dialéctico de la Ilustración. Si para Jünger la revancha del mito sobre la corrupción del presente pasa por la voluntad, en el caso de la tradición ilustrada-socialista nace del principio opuesto, de la fe absoluta en la racionalidad y en la capacidad del hombre de dar forma al mundo de acuerdo con un proyecto. Es una visión que se basa en la idea de una "necesidad" intrínseca a la historia, una necesidad inevitablemente hipostasiada de la racionalidad humana. Todo lo que es real es racional, todo lo que es racional es real. Esta frase de Hegel define la tragedia a la que han conducido las concreciones ilustradas en el curso de los últimos dos siglos, desde el Terror revolucionario francés al estalinismo y el maoísmo. No es casualidad que nos encontremos con grandes caudillos, timoneros de la revolución, que se convierten en iconos cerrados, ya no colectivos, en símbolos omnívoros que crecen de forma desproporcionada hasta encerrar dentro de sí todo lo real.
La pregunta, por lo tanto, es esta: ¿cómo es posible impedir que los mitos cristalicen, se alienen de la comunidad que los quiere utilizar para contar su lucha por la transformación del mundo volviéndose contra la propia comunidad?
Nuestra respuesta -que no puede ser sino una respuesta parcial si queremos evitar el error absolutista del que estamos hablando- es la siguiente: contando historias. Hace falta no parar de contar historias del pasado, del presente o del futuro, que mantengan en movimiento a la comunidad, que le devuelvan continuamente el sentido de la propia existencia y de la propia lucha. Historias que no sean nunca las mismas, que representen goznes de un camino articulado a través del espacio y el tiempo, que se conviertan en pistas transitables. Lo que nos sirve es una mitología abierta y nómada, en la que el héroe epónimo es la infinita multitud de seres vivos que ha luchado y lucha por cambiar el estado de cosas. Elegir las historias justas quiere decir orientarse según la brújula del presente. No se trata por lo tanto de buscar una guía (ya sea ésta un icono, una ideología o un método), un Moisés que pueda conducirnos a través del desierto, ni una tribu de Levi a la vanguardia de las otras. Se trata de aprender a leer el desierto y todas las formas de vida que lo habitan, descubrir que, en realidad, no hay "desierto" y que el punto de llegada del éxodo no es una Tierra Prometida fantasmática, sino una red de "trazos de la canción" (1) que podemos delinear en el propio desierto, red que termina por modificarlo y repoblarlo continuamente.4. Un filósofo que estimáis, Paolo Virno, describe esta época nuestra como la del "cinismo, el oportunismo y el miedo". En un sentido aparentemente similar, Richard Sennet describe la corrosión del carácter en el contexto de la "nueva economía" (no sólo en la red): la extrema precariedad del trabajo, la movilidad forzada o las incertidumbres de la flexibilidad dificultan la construcción de una vida que se pueda contar (a los demás y a uno mismo). Tenemos, pues, por un lado, una base subjetiva de indiferencia y nihilismo reñida con cualquier épica (que exige más bien una disposición de confianza activa y no de escepticismo paralizante). Y, por otro, un deseo generalizado de pertenencia y de comunidad que no tiene porqué encontrar su hogar en ninguna religión o "pequeña patria". No hay creación colectiva de mitos si los relatos no sintonizan con las cavidades más profundas de la subjetividad de la gente, movilizando su imaginación y sus pasiones. ¿Qué análisis hacéis de las subjetividades a las que queréis llegar? ¿Cuál es el "humus" subjetivo en el que se tiene que desenvolver inevitablemente hoy la mitopoiesis?
RESPUESTA: Existen dos sujetos históricos, fragmentarios e irreductibles a categorías rígidas a la vez que desconcertantes, que atraviesan el mundo viviendo en su piel las transformaciones más radicales.
El primero es la nueva figura del trabajador inmaterial, que no es propiamente inmaterial, o sea, el trabajador de la época posfordista. Éste es protagonista, a la vez activo y pasivo, de la disolución del viejo pacto social y de la precarización de la vida. Activo, en la medida en que promueve su propia inestabilidad, optando por la liberación del vínculo fordista que atribuía al trabajo una unidad de tiempo, lugar y acción. Pasivo, en tanto que sufre la puesta a trabajar de todos los ámbitos y momentos de la vida y ve cómo el capital es parásito de su propia creatividad, inventiva, capacidad de emprender proyectos... La figura portadora de esta contradicción no puede sino pretender la ruptura del vínculo estrecho entre renta y trabajo asalariado, luchando por una extensión generalizada de los derechos independientemente tanto del estatus jurídico como de la contractualización del trabajo mismo. Este nuevo ciudadano del mundo -que se traslada, cambia de profesión, adquiere y comparte conocimientos, introduce en el proceso de producción sus propias capacidades individuales en una red de conexión global- reclama de forma inevitable una renta básica de ciudadanía, como solución también para las viejas formas del trabajo, cada vez más desreguladas y privadas de derechos.
Esto lo pone en una relación estrecha con el segundo sujeto histórico, que es también una figura socialmente "inestable" y mutable: el migrante. No menos que el trabajador inmaterial, el migrante es por antonomasia protagonista de la globalización, portador y conector de historias, saberes, culturas, ideas. No menos que el trabajador inmaterial, es objeto de la explotación neoliberal globalizada. Su trabajo y su vida, transportados por todo el mundo, se convierten en factores desestabilizadores del viejo orden jurídico basado en los conceptos de nacionalidad, estatus, pertenencia, así como de los contextos culturales de los que el migrante procede.
Ambos sujetos encarnan el mestizaje planetario y comparten la dimensión del viaje, del desplazamiento, del éxodo, como condición irreversible.
Ambos sujetos ponen en crisis el propio "punto de partida", retroactuando sobre él, dirigiéndose a otra parte y dando vida a otras comunidades, otras interacciones, otras formas sociales.
Ambos sujetos están atrapados en una encrucijada: por un lado, la opción reaccionaria e identitaria, es decir, la del viejo mundo que no quiere ceder terreno al cambio; la otra, la neoliberal, que pretende explotar y constreñir la transformación dentro de los parámetros de un beneficio capitalista cada vez más omnívoro e inclusivo. Ambas tendencias pueden ir además de la mano, y representan exactamente eso contra lo que estamos luchando.
El camino de salida de este atolladero está representado por la opción "mestiza", que pone en relación las dos condiciones como parte de la misma transformación global, dando vida a experiencias, luchas, comunidades activas capaces de remitir ya a otro mundo posible: prerrequisitos de todo lo que pretenda ser mejor y diferente.
Se trata de narrar y apostar por esta vía de salida frente a las otras. Las historias y los mitos que habremos de buscar tendrán inevitablemente este imaginario como referencia.5. En Madrid, durante las jornadas sobre propiedad intelectual (www.sindominio.net/copyleft), hablasteis del peligro de que el proceso de mitopoiesis se interrumpa y cristalice en formas y figuras alienantes que bloqueen la imaginación y la reflexión (de mito a "lengua de trapo" o jerga para iniciados). Desde vuestra experiencia directa, ¿cómo puede evitarse en concreto ese peligro, esa tentación de fabricar fetiches?
RESPUESTA: Hay algo concreto que hace que se afinque la lengua de madera: es la tentación identitaria. Y, más aún, el miedo a la mezcla y al intercambio, que en el fondo es miedo a la diversidad de la que se compone la multitud. El fetichismo y el sometimiento a la repetición son el refugio más simple frente al miedo que suscita el cambio, frente al temor de ver diluida la propia identidad en el océano de la comunidad en movimiento. Este retroceso identitario lleva consigo una carga derrotista que impide estar a la altura de la historia. Y, por tanto, lleva a barricarse detrás de unas pocas palabras, posiblemente conceptos que se querrían complejos, pero que nadie entiende. Hemos dado una definición, si bien aproximada, de "multitud". Hemos dicho que ése es el mapa de los "trazos de la canción" sobre el planisferio del mundo globalizado. Seguramente podrían ser muchas las definiciones. Lo importante es que este concepto, "multitud", no se convierta en una palabra vacía, que no alude a nada, un nuevo tic lingüístico que sustituye a los viejos. Lo mismo podríamos decir de un concepto como el de "Imperio". ¿Qué es hoy el Imperio? ¿Una tendencia? ¿Una realidad en potencia? ¿Un proyecto? Seguir contando historias también significa continuar explorando lenguajes y palabras sin contentarse con las que ya se usan. Y si las que usamos no nos suenan claras o no nos convencen, es inútil conservarlas. Busquemos otras. Si no somos capaces de mantener esta actitud, terminaremos inevitablemente por hablarnos encima los unos a los otros y sonar cada vez más incomprensibles. No hay proselitismo de los conceptos o de las consignas que aguante, cada encuentro a lo largo de los caminos de la comunidad en movimiento no puede más que dar vida a una redefinición y a un enriquecimiento del lenguaje. Tener miedo de esto significa condenarse a la regresión.
6. Decíais también en Madrid que no os convence nada la metáfora de Matrix para iluminar la realidad actual. Os recuerda demasiado, quizá, a la noción hipostasiada y paranoica de "espectáculo" forjada por los situacionistas. ¿Podríais volver a explicar vuestra perspectiva de la cultura de masas, lo que pensáis de la relación entre "cultura popular" y "cultura mediática"?
RESPUESTA: Pensar que la cultura "pop" coincide con la cultura mediática es algo completamente equivocado. La cultura popular y de masas es infinitamente más rica y se nutre de un número incalculable de motivos y de fuentes. Guy Debord asignaba a la capacidad espectacularizadora del capital un poder infinito, desarrollando una actitud paranoica con respecto a la industria de la imagen y reduciendo todo a una única categoría: el espectáculo. Así, el capital espectacularizado era omnipotente, podía recuperar cualquier expresión humana, sobre todo las de los rebeldes, neutralizándola.
Decir que el espectáculo lo recupera todo es como no decir nada. La definición que Guy Debord da de espectáculo no significa nada: "El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas, mediada por las imágenes". Las relaciones sociales entre los seres humanos están mediadas por imágenes desde que el primer Homo Sapiens pintaba escenas de caza en las paredes de una gruta para que cualquier otro pudiese "leer" y contar esas historias. Y esto nunca ha impedido que en el curso de los milenios los hombres viviesen intensamente la propia vida, amasen, odiasen, se reprodujeran, se rebelaran, inventaran ideas, concepciones del mundo, filosofía.
El pensamiento paranoico de Debord lleva derecho a la inacción o, como mucho, a una acción autorreferencial, que teme ser comunicada, hacerse comunicación, porque "aparecer" ya es traicionar la propia intención genuina. Esa línea de pensamiento, por tanto, es del todo inútil y podría ser definida como el último punto exasperado de llegada del pensamiento dialéctico hegeliano, "negativo", interpretable en clave psicoanalítica en términos de neurosis extrema.
Existe también otra corriente de pensamiento que superpone la cultura de masas y la proliferación mediática. Es el así llamado pensamiento post-moderno, que en el curso de los años ochenta del siglo pasado tomó erróneamente la crisis de las ideologías novecentistas por el fin de las grandes narraciones. Hoy en día, las narraciones vuelven a ser protagonistas de la historia, ya sean las "imperiales" y neoliberales o las multitudinarias que narran otro mundo posible, y el pensamiento de Lyotard ha sido barrido.
Lo cierto es que la cultura mediática es sólo una parte de la cultura popular o, mejor dicho, refleja solamente algunos aspectos, pero no podrá nunca reducirla a sí misma.
Además, este increíble movimiento demuestra haber adquirido la capacidad de relacionarse con los medios de masas, de utilizarlos, y no sólo hacerse narrar y fotografiar por ellos. Y a esto se añade que el movimiento ha creado sus propios medios de comunicación de masas, utilizando las tecnologías telemáticas como un tam-tam que atraviesa el planeta.
Pero es necesario decir más. Frente a las manifestaciones que hacen afluir en todas las calles del mundo a decenas de millones de personas, no son los medios de masas los que pueden resistir la comparación. La multitud misma es el medio de comunicación de masas, y puede que el más grande y potente que la historia jamás haya conocido. Porque aquellos millones de personas volverán a casa y contarán lo que han visto y vivido, lo escribirán en mensajes de e-mail, telefonearán, lo cantarán en piezas musicales, lo describirán en fanzines, revistas, libros. Hoy en día, es el poder excesivo de los viejos medios de comunicación de masas el que entra en crisis con la apropiación comunicativa por parte de las mismas masas, que a su vez se vuelven medio de comunicación.
Existe ya, está circulando por el mundo, una épica del movimiento de movimientos. Es un romance popular escrito por centenares de miles de manos que viaja por todos los canales comunicativos del planeta y permea a través suyo toda la cultura de masas.
Lo que nos debe interesar es la experimentación de formas y modos que amplíen cada vez más la recepción del mensaje. Elegir los mejores modos para ser eficaces, para explotar y, al mismo tiempo, potenciar la fuerza de la comunidad. Es el aspecto más interesante y estratégico del tiempo en que vivimos.7. Durante un período, habéis participado en Tute Bianche (Monos Blancos), desde donde se practicó la "guerrilla de la comunicación" a gran escala. ¿Militáis ahora en un espacio político definido? ¿Cómo influye eso en vuestra práctica narrativa?
RESPUESTA: El mono blanco fue un icono abierto maravilloso, algo que cualquiera podía ponerse para practicar una forma particular de representación del conflicto político. Era como el pasamontañas de los zapatistas. Las acciones de los Monos Blancos se basaban todas en el plano comunicativo, simbólico y, obviamente, mediático. Más allá del ataque sorpresa al estilo de Greenpeace, escenificaban el asedio, representaban el enfrentamiento con las fuerzas del orden que defendían a los "poderosos de la Tierra" reunidos en consejo en cualquier parte del mundo. Era un reclamo épico formidable, puro cine. Y de hecho el mensaje pasaba, a través de los propios medios de comunicación, por la fascinación de la práctica de la desobediencia civil protegida, que excluía el uso de objetos contundentes y preestablecía un teatro de impacto físico con la policía. Era como un duelo en el O.K. Corral, pero sin pistolas. Y, de hecho, hicieron falta las pistolas, en Génova, para invalidar ese plano de la representación simbólica que estaba teniendo un éxito total.
Los Monos Blancos han sido la forma más eficaz desde el punto de vista mediático de la fase inicial de este movimiento.
En Italia, los Monos Blancos se disolvieron en Génova en junio de 2001. Se "disolvieron en la multitud". La multitud tantas veces invocada, convocada, también en Génova, al día siguiente del asesinato de Carlo Giuliani, se materializó para salvar a los ex-Monos Blancos de la matanza que los carabinieri habían preparado para ellos. Aquella aparición, aquella epifanía, demostró que la elección de quitarse el mono blanco había sido la correcta. El papel de propulsión simbólica del movimiento había terminado, habíamos obtenido nuestro objetivo, la multitud, finalmente, había llegado. Y, desde entonces, el número ha seguido creciendo de forma exponencial.
Frente a este nuevo escenario, la tarea más apremiante es la de comprender qué formas y modalidades simbólicas y comunicativas sirven para relacionarse con las miles de procedencias de los componentes del movimiento.
Un hermoso desafío para la imaginación. Esto es lo que nos interesa también a nosotros, tanto desde el punto de vista narrativo, como del político.8. Unos miles de personas comenzaron este movimiento (digamos) en Seattle. Ahora, el movimiento contra la guerra, que tiene el mismo DNA, reúne a millones de personas a lo largo de todo el mundo. Surgen problemas sobre la organización de este movimiento, que dan muchísimo que hablar al calor de los Foros Sociales (Porto Alegre o Florencia): vanguardias, viejos aparatos, etc. ¿Veis con preocupación estas tensiones entre las capacidades de autoorganización de las multitudes y la voluntad de hegemonía de los componentes socialdemócratas (y otras) del movimiento que siguen pensando el conflicto en términos de mediación y representación política?
RESPUESTA: Todas las estructuras políticas preexistentes al movimiento padecen de cierta inadecuación frente a la discontinuidad general con el pasado que éste representa. Esto vale tanto para los aparatos "socialdemócratas" como para la izquierda radical. Un cambio de paradigma político, casi antropológico, no se produce de la noche a la mañana y la velocidad de los tiempos actuales históricos hace que todas estas estructuras corran el riesgo de quedarse anticuadas.
En consecuencia, el conflicto, o la contradicción, está implícito y no es necesariamente negativo.
Sabemos que los movimientos no duran un tiempo infinito y que les siguen fases de sedimentación. Conscientes de esto, debemos apostar por el movimiento hasta el último minuto. Este movimiento tiene la potencia de volcar, permear, transformar las viejas formas de la política y, en consecuencia, los viejos aparatos, pero el riesgo de readecuarse a las categorías del pasado está siempre presente. Si se logra imponer un nuevo modo de pensar la política, entonces se podrá abrir una perspectiva histórica que todavía no logramos ni siquiera imaginar. Esto sólo puede lograrse a través de un enfrentamiento directo con las estructuras organizativas preexistentes, no a partir de una posición de subalternidad ni de marginalidad, sino jugando la partida al nivel más alto. El movimiento está obligando a cambiar a la izquierda histórica y esto significa también choque, porque las partes más conservadoras de los aparatos no van a aceptar disminuir su papel en favor de una concepción abierta y horizontal de la política y de la representación. Y, por otra parte, una izquierda socialdemócrata, hasta ayer mismo hipnotizada por el mantra neoliberal, no puede limitarse ni a realizar una autocrítica ni a dar marcha atrás. Tiene que ser refundada de los pies a la cabeza. Va a ser ella misma la que tenga que cambiar, el movimiento no puede limpiar su mala conciencia. Pero esto no quiere decir que no haya que beneficiarse de esta mala conciencia para insinuar la semilla del cambio. Un ejemplo entre otros: si la izquierda histórica habla de querer reformar la ONU, ¿por qué no podría el Foro Social Mundial ser admitido en la nueva ONU con un papel consultivo?9. Mucho se ha debatido y se debate en el interior del movimiento sobre las dificultades para superar la dimensión simbólica del conflicto y arraigar las luchas en territorios existenciales, concretos y materiales. Bifo, por ejemplo, ha puesto siempre mucho énfasis en la necesidad y la dificultad de que el movimiento arrancase "victorias concretas" al estado de cosas presente. ¿Cómo se podría actualizar la consigna de "conflicto y consenso" de Tute Bianche? ¿Qué pensáis vosotros de todo esto?
RESPUESTA: Sin victorias materiales no se avanza. Este movimiento ya las ha obtenido y ahora debe ir más allá. Hay quien dice que, pese a las movilizaciones increíbles contra la guerra, Bush y Blair han invadido Iraq. Pero sin las movilizaciones de los últimos tres años y el 80 % de la población europea manifestándose contra la guerra, ¿habríamos tenido las posiciones de Francia, de Alemania y de la ONU? El resultado es que Bush y Blair han hecho esta guerra solos, sin el paraguas del humanitarismo y de la democratización que ha cubierto las guerras de Occidente en los años 90 y en el siglo pasado. Esto no es la paz, desde luego, pero es de todos modos un gran cambio del cuadro político internacional en el que el movimiento puede introducirse y seguir ejerciendo una enorme presión.
Y ¿pensamos que sin las citas mundiales del movimiento en Porto Alegre, Lula habría ganado las elecciones en Brasil y podría hoy desplazar los equilibrios económicos del subcontinente latinoamericano hacia MERCOSUR en lugar de hacia el NAFTA?
Basta mirar alrededor para darse cuenta de que este movimiento está cambiando ya el orden del mundo. Hace falta, en cambio, ser capaz de reconocerlo.
El 15 de febrero de 2003, más de cien millones de personas se han manifestado simultáneamente en 600 lugares del mundo contra la guerra global permanente. Ante un acontecimiento histórico de esta magnitud, ¿hay quién siente todavía la necesidad de discutir sobre "conflicto y consenso"? El problema, más bien, será el de inventar y proponer formas de acción eficaces que puedan ser adoptadas por esta marea inconmensurable de personas. Acciones compartibles, generalizables, practicables por la multitud, que vayan más allá de las simples manifestaciones en la calle: desde el boicot al trainstopping (2), desde las huelgas generalizadas a las peregrinaciones, cada uno según sus posibilidades. De lo contrario, ¿por qué seguimos hablando de multitud?10. Comentabais en Madrid que se han producido dos fenómenos inéditos y esperanzadores en el "movimiento de movimientos" en Italia: la irrupción en escena del movimiento estudiantil (dotado, decíais, de un sentido común intuitivo) y la "crisis" (no sé cómo llamarla) de la CGIL. ¿Podrías describirlos y analizar su significación política para la lucha en Italia y Europa?
RESPUESTA: En Italia no se puede hablar de un auténtico movimiento estudiantil, parecido al de los años 60 y 70. Podríamos decir en cambio que el impulso del movimiento de movimientos ha logrado implicar a la generación más joven y la ha sacado a la calle. Este dato "anagráfico" es muy importante, porque quienes hoy tienen 18 ó 20 años son hijos políticos del movimiento, no tienen experiencia a sus espaldas y pueden mirar la política con ojos radicalmente nuevos, incluso mejores de los de quienes han contribuido a ponerlo en marcha. Muchas de las batallas que hemos vivido en el periodo de la última década y que han hallado expresión plena en el movimiento "anti-globalización" han sido asumidas de forma intuitiva por los más jóvenes. Esto nos permite depositar esperanzas en el futuro inmediato y nos indica que hemos caminado en la dirección correcta. Hará falta tener los oídos bien atentos y escuchar a esta generación de veinteañeros si no queremos convertirnos en un tapón para ellos. Además, esta tarea de escucha es uno de los mejores antídotos para la patología de la "lengua de madera".
La otra consecuencia interesante que el movimiento ha producido en Italia tiene que ver con los grandes aparatos de la izquierda histórica. Si, por un lado, los partidos políticos han salido detrás del movimiento, en algunos casos siguiéndolo, en otros mirándolo con terror, la mayor confederación sindical italiana, la CGIL, ha abierto una fase de reflexión y transformación interna, haciendo suya la lucha del propio movimiento.
El gobierno de centro-derecha, que no goza de ninguna legitimación social, está actuando en un plano de exclusión del sindicato de la vida jurídico-económica. Una estructura paquidérmica como la CGIL (con cinco millones de afiliados), que durante toda la década de los 90 ha defendido políticas de acuerdo con los gobiernos de centro-izquierda avalando las decisiones liberales, se ha encontrado totalmente desplazada por las decisiones desestabilizadoras de la derecha. En sustancia, el sindicato ve cuestionada su propia existencia, en un momento en el que el plano de la negociación ya no es tomado en consideración por la otra parte.
Si, por otro lado, añadimos que los partidos de centro-izquierda no logran ya representar una reacción política a la ruptura del pacto social producida por el gobierno actual, el resultado es que la única elección posible para la CGIL es la de pasarse de lleno a la política. Y el único modo de hacerlo es vinculándose con el movimiento real ya existente. Esto ha llevado a la CGIL a la toma de decisiones políticas y de lucha que resultaban impensables hace sólo unos años. Y es innegable que en las últimas grandes citas del movimiento italiano el sindicato ha jugado un papel importante, sobre todo en el plano de la movilización.
Pero de forma más profunda, frente a este "instinto de supervivencia", es cierto que una parte del mundo sindical italiano ha comprendido que la transformación posfordista implica la necesidad de un cambio radical de perspectiva, es decir, que toda la cultura sindical, formada en una época ya superada, debe ser renovada y adecuada a los desafíos del presente. Sin este cambio el sindicato perderá su función histórica y morirá.
Es fundamental que logremos explotar esta crisis para llevar a la parte más inteligente del mundo sindical a discutir ciertos temas y a mirar la cuestión del trabajo y de los derechos desde un punto de vista distinto. Es la ocasión para sacar de la marginalidad un debate, el del posfordismo, que durante todos estos años ha permanecido prisionero de ciertos límites, dándole por fin la legitimidad que merece y comenzando a pensar sobre la posibilidad de respuestas prácticas sostenidas de forma colectiva.
También en este caso es necesario relacionarse con esta "antigua" estructura de la izquierda en vías de envejecimiento sin ningún temor reverencial, sino con la cabeza alta, de igual a igual, y sin esconder el propio legado político, aunque sea muy distinto. No se trata de ir al encuentro del sindicato, sino al contrario, de hacer que el sindicato tome nota de los nuevos problemas a los que está llamado a dar una respuesta adecuada.
Más en general, creo que esta actitud está siendo adoptada a una escala más amplia, a escala europea. El espacio político europeo, que ha sido inaugurado en la calle el 15 de febrero de 2003, es el campo de acción sobre el que resulta posible inscribir una lucha por los derechos de ciudadanía que implique a la mayor cantidad de fuerzas sociales posibles. Europa, una Europa abierta, desnacionalizada y desterritorializada, es el tapete sobre el que hay que apostar. Cuando menos, porque es el tapete en el que la partida sigue abierta. Se trata de luchar porque siga estándolo.
En el año 2000, los Monos Blancos italianos trataron de llegar a la cumbre europea de Niza que debía lanzar la Carta de derechos europea. Fueron detenidos en Ventimiglia y no pudieron cruzar la frontera, la policía cargó contra ellos y tuvieron que dar marcha atrás. En aquella ocasión no se iba a Niza para protestar por la cumbre, sino para hacer una sugerencia: la introducción de tres artículos en la Carta. El primero decía más o menos así: "Son ciudadanos europeos todos aquellos que, independientemente de la parte del mundo de la que procedan, han elegido vivir y residir en el territorio europeo". El segundo decía: "Todos los ciudadanos europeos, independientemente del trabajo que desempeñen, tienen derecho a una renta que les permita llevar una vida libre y digna". El tercero: "Europa repudia y se opone a la guerra, sin condiciones, en cualquier parte del mundo".
Éste es un buen punto de partida en el renovado escenario continental.11. En vuestra opinión, los esquemas conceptuales que trataban de describir la situación actual en términos de "imperio" (Negri y Hardt) ya no consiguen aferrar las transformaciones en curso y desde el punto de vista del rigor del pensamiento son, por tanto, fuente de espejismos e ilusiones. Sin embargo, creo, el linchamiento a Irak tampoco es una agresión imperialista como las que trufaron los siglos pasados: la guerra se inscribe en las dinámicas de capitalismo global que habían analizado los movimientos desde Seattle (autonomía de los poderes financieros de la soberanía de los Estado-Nación, incluido Estados Unidos, papel de las transnacionales, etc.). ¿Cómo describís la situación presente? ¿Qué "sistemas de imágenes" pueden ayudarnos a pensar de otra manera, a "imaginar justo"?
RESPUESTA: Tal vez todavía no logramos ver qué imaginario y qué imágenes podrían ser más útiles para representar en nuevo escenario mundial. La única cosa cierta es que los que hemos elegido hasta ahora parecen insuficientes.
La tendencia "imperial" a la homologación y la integración del sistema político-económico mundial en una especie de macro-institución de hecho, el Imperio, que parecía el escenario más verosímil durante el trascurso de los años 90, hoy se ha interrumpido bruscamente.
La "banda de los tejanos" que ocupa la cumbre de la mayor potencia militar está usando esa potencia para imponer su ley al resto del planeta. Esta banda representa un interés bien preciso: el petrolero-bélico. Bush es el paladín de la moribunda civilización de los hidrocarburos y su política representa el colear histérico de esa disolución. Más en general, podríamos decir que el actual eje anglo-americano representa la tentativa de retrasar el final de la supremacía anglosajona sobre el mundo.
Este golpe dentro del Imperio ha invertido la tendencia homologadora y ha hecho que reaparezca una entidad política que todos dábamos por muerta: el Estado-nación. ¿Qué otra cosa son Francia y Alemania sino naciones fuertes, con fuertes economías nacionales y financieras que se presentan como candidatas a ser el eje de todo un continente? Por no hablar de Rusia, nación transcontinental que parece jugar el papel de tercer actor. ¿Y qué decir de China?
La constitución imperial parece estar sujeta a muchas fuerzas centrífugas.
A esto le tenemos que añadir que la "banda de los tejanos" está creando auténticos protectorados militares y políticos en Oriente Medio y en Asia Central, a lo largo de la ruta del petróleo, con el pretexto de salvaguardar el american way of life, es decir, la economía nacional estadounidense y su predominio sobre las demás. Y parecen decir: "Que se jodan todos los demás".
Frente a todo esto, ¿podemos seguir pensando que el futuro nos reserva un espacio político-económico homologado y unificador, un "Imperio"? Las dudas son inmediatas.
Es cierto que no podemos volver a los antiguos esquemas, al concepto de "imperialismo".
La verdad es que todavía no tenemos una respuesta.
Pero hay una imagen que este momento histórico me trae a la cabeza. Es la "marcha de la sal" (3). Pero podría ser también la "marcha de la dignidad indígena".
Tratemos de probar con una marcha europea, que tenga muchos puntos de partida. Desde cada punto saldría una caravana, que recorrería el continente atravesando lugares de valor simbólico desde el punto de vista histórico y político. Cada trayecto sería un mapa cantado, que cantaría la historia mestiza de Europa que, desde Andalucía hasta el Cáucaso, nunca ha tenido fronteras fijas, que las ha visto cambiar en el trascurso de los siglos y milenios. Los orígenes de nuestra civilización están en Mesopotamia. Chipre, cuyas costas están a pocos centenares de kilómetros del Líbano, acaba de entrar en la Unión. Y Grozni, la ciudad fantasma arrasada por las bombas, se encuentra en el límite oriental del continente. Estos trayectos y estas canciones cantarían la historia de las revueltas y las luchas, antiguas y recientes; la historia de los pueblos que nunca han dejado de atravesar esta tierra, procedentes de África (la otra orilla del "Lago" Mediterráneo) y de Asia (de la que Europa no es sino una prolongación); la historia de un lugar desterritorializado que mantiene abierto y móvil sus propias fronteras; de una tierra de los derechos generalizados y de la cohabitación posible. La misma marcha pone en práctica todo esto, desplegando la potencia de la comunidad.
Imaginemos que estas caravanas se encuentren en un punto casual en el centro de esta tierra, la llanura de Frankenhausen, o Nuremberg, o Praga, o Sarajevo… Esta imagen, de población en camino que a lo largo del trayecto recoge historias, recuerdos, símbolos y que se hace portadora de una idea distinta de Europa, que es una idea distinta del mundo, es la imagen de una reapropiación desde abajo de todo ámbito político y de decisión, eso por lo que estamos luchando desde hace años, tal vez desde siempre. La convergencia en un lugar concreto, en un "acto" colectivo, corrobora el protagonismo y el carácter imprescindible de las comunidades humanas que en estos años han escrito la historia del movimiento. Es un acto que alude a la travesía del desierto y a su repoblación a lo largo de los "trazos de la canción" de la humanidad, sin el milagro de una tierra sagrada por la que la propia humanidad debe inmolarse.
Es hermoso pensar que pueda ser ésta la imagen y la potencia mitopoiética que debamos evocar en el tiempo que viene.
© Amador Fernández-Savater. Se permite la reproducción por cualquier medio de este texto siempre y cuando su circulación sea sin ánimo de lucro y esta nota se mantenga.
Traducción: Hugo Romero y Eugenia Mongil
1. Se trata de un término acuñado por Bruce Chatwin en su estudio de los aborígenes australianos (Los trazos de la canción, Península, 1999) y que por ejemplo Christian Marazzi describe precisamente así: caminos, senderos, trayectorias del saber informal, "autopistas del conocimiento", de metáforas que remiten a otras metáforas, en las que se esconde el saber original que hace falta para orientarse en el desierto. El propio Chatwin explica: "Comercio significa amistad y cooperación; y para el aborigen el principal objeto del comercio era la canción. La canción, por lo tanto, trajo la paz. Sin embargo siento que los trazos de la canción no son necesariamente un fenómeno australiano, sino universal: que eran los medios a través de los cuales un hombre delimitaba su territorio, y de esa manera organizaba su vida social. Todos los otros sistemas sucesivos eran variantes -o perversiones- de este modelo original (...) Tengo una visión de los trazos de la canción extendiéndose a través de los continentes y las edades; que cualquier hombre que ha hollado la tierra ha dejado un rastro de canto (del cual podemos, de vez en cuanto, pescar un eco); y que estos rastros deben remontarse, en tiempo y en espacio, a un aislado bolsón de la sabana africana, donde el Primer Hombre, abriendo la boca para desafiar los terrores que le rodeaban, gritó la primera estrofa de la Canción del Mundo: "¡yo soy!"". (NdelT)
2. Lo que el viernes 21 de febrero comenzó en Italia como una "tímida" protesta de pacifistas y desobedientes contra la decisión del ministro de Defensa Martino de poner a disposición las infraestructuras públicas italianas para el transporte de armas, medios y personal para la guerra, se fue transformando progresivamente en una lucha espectacular. Gracias a medios alternativos como Indymedia-Italia, Radio OndaRossa, Sherwood, etc., la llamada a bloquear los trenes de la muerte se difundió como una mancha de aceite, incluso en otros países europeos y en EEUU. Incluso los sindicatos que agrupan a los portuarios aportaron lo suyo: el bloqueo de los puertos. Más información: <http://acp.sindominio.net/article.pl?sid=03/02/26/218230&mode=thread> (NdelT)
3. Dentro de las campañas "Satygraha" promovidas por Gandhi en contra del Imperio Británico se encuentra el capítulo de la "Marcha de la Sal". Debido al boicot contra las mercancías inglesas surgió un grave problema de deterioro económico para el Imperio Inglés en India. Una de las soluciones llevadas a cabo por los ingleses fue la de transportar sal en los barcos que empezaban a llegar a la India de vacío, para crear, de este modo, un monopolio sobre este mineral básico para la alimentación, gravando así patéticamente un producto indispensable para los campesinos (tanto para ellos mismos, como para su ganadería). Este acto de opresión y humillación conduciría a Gandhi a una nueva lucha no-violenta: la "Marcha de la Sal", que acabaría convirtiéndose en símbolo de liberación nacional para la India. La marcha partió a pié de Sabarmati, el 12 de marzo de 1930, para llegar doce días después al océano, tras recorrer 300 km. a lo largo de los cuales un pequeño grupo marginal, en principio, se fue convirtiendo progresivamente en una interminable procesión de peregrinos en pos de la independencia. A la orilla del mar, Gandhi recogió un puñado de sal marina, no contaminada por los impuestos, y exhortó al pueblo indio a la desobediencia civil frente al delito de fabricar, vender, guardar o transportar sal. Este hecho tuvo amplísima repercusión. (NdelT)