Las estatuas parlantes del Buena Vista Social Forum
Las siguientes intervenciones han sido escritas al 10 de Noviembre de 2002, el día siguiente de la manifestación del Forum Social Europeo
contra el neoliberalismo, el racismo y la guerra, que reunió en Florencia casi un millón de personas.
Una modesta propuesta para Piazza Donatello
Wu Ming 2 y Wu Ming 4
Hoy hay banderas frente a Porta Lame, en Boloña.
Hay coronas de laurel, con escarapelas y nombres.
Hay banderas delante de las estatuas de los partisanos, moldeadas con el bronce fundido de una estatua ecuestre de Mussolini.
Antes de Génova, hace más de un año, durante la noche de las "estatuas parlantes", colgamos de sus cuellos carteles. Las hicimos decir que el nazi-liberalismo no pasaría de Génova, como el nazismo no había pasado de allí, de Porta Lame, sesenta años antes.
7 de noviembre de 1944: la única batalla abierta en la que los partisanos italianos combatieron dentro de los muros de una ciudad. La mayor de las poquísimas entabladas en toda Europa.
Quien estuvo entonces, hoy vuelve para recordar. Para mirar las banderas y depositar coronas con el nombre de los viejos amigos.
9 de noviembre de 2002, Florencia: la mayor manifestación contra la guerra que Occidente haya visto desfilar por las calles de una ciudad.
No importa si se trataba de medio millón amplio o de un millón escaso.
Importa que la multitud era desbordante, enorme, demasiado grande para que su NO sonase sólo como rechazo de una guerra local, la del Irak de Saddam Hussein, como un día lo había sido de Argelia o Vietnam. La multitud era así de gigantesca porque quería decir NO a la guerra global, a la guerra como sistema de gobierno del planeta, a la guerra como estrategia económica, a la guerra como política y como espectáculo, a la guerra permanente.
Quien estaba allí, no podrá olvidar este nuevo pacifismo.
Es la imagen del puente sobre la vía de Campo di Marte, atestado como la curva de un estadio de hombres y mujeres en movimiento, a lo largo de una fila de tres horas, y el destello de los flashes, cuando oscureció, como si fuera el saque de inicio de la final de la Copa del Mundo.
Son los chavales que dan vueltas con los patines y la bolsa de basura en la mano para recoger botellas, papeles, pitos.
Es el colectivo de transexuales que ha desempolvado la vieja consigna, siempre excepcional: "¿Por qué, por qué siempre dais por culo a los obreros? ¡A partir de ahora, a partir de ahora también queremos nosotros!" Viejo, sí; pero mucho mejor que "Palestina libre, Palestina roja" y "nuestras ideas nunca morirán".
En Porta Lame la contraseña era: "¡Garibaldi lucha!"
El mantra de estos días florentinos ha sido "One solution: revolution!" que los trotskistas ingleses no dejaban de cantar, como por otro lado tampoco dejaban de beber.
Ayer, la única cosa que me he escuchado gritar era "¡Todos somos sin papeles!". Para el resto, propongo que de hoy en adelante se introduce una licencia europea para los discursos en las manifestaciones. Como alternativa, todo el poder al napolitano loco que secuestró, al menos durante dos horas, los micrófonos de los COBAS, gritando contra el trabajo, contra el cansancio, por la renta de ciudadanía, contra la inversiones que el gobierno ha programado a favor de los desempleados, pero que no se decide a poner en práctica, porque no tiene claro si debe utilizar furgonetas o jeeps, y cómo colocar a los parados para conseguir atropellarlos a todos juntos. Al final, lograron quitarle el micro, pero ¿qué hacer, cuando cientos de personas se reúnen alrededor riendo y pidiendo un bis?
Por otra parte, algunas ocasiones ofrecen una platea a cualquiera, incluso al predicador apocalíptico que se dedicó a recitar fragmentos de Ezequiel y de Miqueas delante de una cincuentena de chavales palidecidos.
Parece, se dice, se grita, que en piazza Donatello no van a hacer una estatua al manifestante global.
Mejor así: los partisanos de Porta Lame se ganaron las suyas con mucha sangre derramada, y yo doy gracias por haber nacido en una época y en un lugar que no necesita de armas para luchar contra su nazismo. Y esto aunque lo que está en juego no sea menos importante.
Pero en el caso de que alguien quisiera hacer esa estatua, sugiero que se fundan las carísimas verjas metálicas que han protegido los escaparates de los comerciantes florentinos. En el recorrido del cortejo no he visto más que una decena, pero me dicen que el centro de Florencia estaba lleno. Y ésta, desgraciadamente, es la amarga prueba de que la gente cree más a los medios de comunicación que a sus propios ojos, que considera que la televisión es más real que la propia realidad. No se explica de otro modo que un ciudadano de Florencia, respirando el clima de estos días, no haya llegado a comprender que no sucedería nada, que tener la verja levantada era la actuación más acertada, aunque sólo fuera desde el punto de vista económico. Espero que le pidan reparación de los daños a esa señora que vive en Nueva York y que cree más a sus neurosis que a la propia realidad [la periodista de derecha Oriana Fallaci, N.d.T.].
Lo que ha ocurrido con los comercios de Florencia, creo que habría ocurrido sin distinción, en casi cualquier otra ciudad italiana. No se puede decir lo mismo de la gente en las ventanas, de los pañuelos blancos, los aplausos de quienes estaban a los lados de la manifestación, como espectadores del Giro de Italia al paso de Bartali. El paraguas negro sostenido en alto por un señor de ochenta años con la inscripción en blanco "Gracias, muchachos". El cochecito de un niño de dos años con el cartel "Gracias. Mañana yo también lucharé por un mundo mejor". Conmovedor, también un día después. ¿Y qué decir de los dos tipos de unos cincuenta años, con cara anglosajona, cabellos grises y un poco largos, ojos azules y chaquetas de piel, que llevaban un pequeño cartel: "Vietnam Veterans Against the War"? O del peluquero que al paso del cortejo han soltado el champú que le estaba poniendo a una señora y con las manos enjabonadas se ha lanzado al escaparate para saludarnos...
O también se podría hacer una escultura reciclada, en Piazza Donatello, y utilizar los materiales de deshecho de todos los restaurantes McDonald's que están cerrando este año, por primera vez con pérdidas: son más los que cierran que los que se abren.
O también se podría poner una lápida en piazza Donatello. Una lápida para conmemorar a los únicos muertos en este día de fiesta. Y la lápida podría decir: "Aquí yacen los partidos de izquierda, incapaces de leer la historia, de cambiar y de cambiarla. Aquí yacen las últimas tribus que todavía miran con desconfianza a esta multitud porque temen perderse dentro, incapaces de valorizar su propia diferencia para ponerla al servicio de todo un movimiento".
Sobre los cadáveres de estas legiones desaparecidas, la multitud de ayer bailó con alegría, y nosotros con ella, descorchando botellas de champaña y levantando los cálices llenos de néctar.
Aquí yacen partidos, clanes, tribus y milicias. Pero aquellos que engrosaban sus filas siguen todavía vivos y a ellos tan sólo les toca elegir: si lanzarse sobre el ataúd o salir fuera, antes de convertirse en vampiros y chupar la sangre de todos los demás.
Saben que nosotros les esperamos, aquí, en el corazón generoso de la multitud.
Y no me desagradaría tampoco una columna en piazza Donatello, como la de Trajano, toda cubierta de bajorrelieves, que representase los distintos momentos de esta semana florentina y celebrase así el triunfo de la autoorganización, acéfala pero organizada, compuesta de voluntarios, de distintas asociaciones que han construido una red para que todo pudiera funcionar mucho mejor, de hecho, que cualquier G8: con más contenidos, con más discusión, con más alegría y con mucha, con muchísima participación.
Se habla tanto de la necesidad de construir una Europa que no sea sólo mercado: en poco más de un año, de Génova a Florencia, cientos de miles de personas han dado la respuesta concreta a esa necesidad.
Pero también sin estatuas, obeliscos y lápidas, recordaremos esta victoria.
Y a partir de ahora, haremos bien en agarrar con fuerza esta energía y en utilizarla de la mejor manera posible en la dirección que comenzamos a entrever.
***
Primero Florencia, después el planeta.
Wu Ming 3
El enorme movimiento global por la dignidad y los derechos y otra calidad de vida, pasa por las calles, atraviesa la ciudad, como una sacudida vivificante, se extiende como ungüento benéfico para regenerar tejidos sociales lacerados, mortificados, empobrecidos, maleados. Pasa y siembra preguntas, energía, inteligencia; pasa y da esperanza, sentido, calor. Hasta ahora ésta es la principal "virtud operativa" de este viento, llamado con desprecio "no-global", que desde hace algunos años limpia y renueva los aires funestos de la política, reducida a puro ejercicio de la fuerza, coerción elemental del más débil.
Florencia, como millares de otras ciudades del planeta antes, ha probado la caricia del soplo de la mente global que se atreve a pensar por sí misma y a paliar sus sufrimientos indecibles, provocados por el desequilibrio de los recursos, por la patología del dominio, por la voracidad cancerígena de las cerradas castas parasitarias. El "movimiento de movimientos" habla al corazón de las mujeres, de los hombres y de los territorios.
Llega suscitando alarmas, desconfianza, miedo; se marcha dejando una marca difícil de borrar de convivencia, posibilidad de otras relaciones, restitución a los lugares propios de su función originaria y exclusiva, cunas de la comunidad humana. Se trata, en tiempos de enduring freedom, de una cualidad, de una virtud precisamente, casi milagrosa: reencender la fe en la capacidad de la multitud de diversos de encontrarse para detener, desde el abajo de los sin poder, el colapso del ecosistema y el desastre de una política imperial paranoica y homicida.
La overdose de palabra y discursos del Foro Social Europeo de Florencia deja detrás de sí una impronta difícil de calcular hoy, pero cuyas consecuencias no tardarán en manifestarse en todos los aspectos de la vida asociada. La enorme participación, la calidad y el seguimiento de los seminarios, la asombrosa capacidad de autorregulación de una muchedumbre más que bíblica, aparte de vejada y contaminada por todo tipo de alarmas y veneno, son la evidencia del hecho de que el movimiento por la dignidad del género humano no va a dejar de asombrarnos.
Por primera vez hemos visto a la sociedad civil europea reunida junta mostrarse para encontrarse con el resto del mundo y hemos sentido la enorme potencia que emana de este encuentro. De Hungría a Grecia, de Turquía a Portugal, de Noruega a Sicilia y cuanto hay en medio, generaciones han volcado saberes, prácticas, deseos, técnicas y tradiciones dispuestas a contaminarse, en la única conciencia de que nadie es ya autosuficiente, que cerrarse equivale a condenarse, que la presunta opulencia de Occidente es la pesadilla de una mente social deprimida y autodestructiva.
Una vez más la respiración planetaria y global del movimiento indica el camino a seguir a cada núcleo, célula o agregado suyo, y no a la inversa.
Grandes responsabilidades caen sobre este Atlante que abre el nuevo siglo con un desafío aparentemente imposible. La terrible cuestión del poder después de la maravillosa y embriagante de la potencia. No deberíamos tener miedo, hace falta mirarla directamente a los ojos, el enemigo está muy avanzado en la colonización de la vida, hay que ser osados. Podemos gobernar territorios, podemos proyectar y realizar ambientes de escaso impacto y alta calidad relacional, podemos producir y gestionar economías solidarias y no vejatorias y lo hemos demostrado. Por lo tanto debemos prepararnos para hacerlo a una escala jamás imaginada hasta ahora. El Imperio ha declarado la guerra al mundo porque tiene prisa por reprimir las resistencias que encuentra, está nervioso por las fallas que se abren continuamente en su poder de mando, entre la monarquía militar y las aristocracias económicas en dificultades. Es fuerte y feroz, pero se siente amenazado porque todavía es joven y poco compacto.
Necesitamos prepararnos para gobernar el Planeta.