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Especial sobre Malcolm X
21 de febrero de 1965 - 21 de febrero de 2005
1. La primera vez que vi a Malcolm - por Wu Ming 1
2. La "X" de Malcolm y la memoria - por Wu Ming 1
3. De Malcolm al Hip-Hop pasando por Ghost Dog - por Wu Ming 5

La primera vez que vi a Malcolm
por Wu Ming 1
(publicado en L'Unità el 20 de febrero de 2005)

¿Es posible escribir algo que no sea banal sobre Hajj Malik El Shabazz, alias "Malcolm X", en el cuadragésimo aniversario de su asesinato? ¿Se puede esbozar un artículo de mediana longitud sin basarse en clichés y frases hechas? ¿En Italia? ¿Dónde muchos escriben su nombre “Malcom”?
La primera vez que vi a Malcolm, no era él. Lo interpretaba un actor, Al Freeman Jr., muchos años antes que lo hicieran Denzel Washington y Mario Van Peebles. Fue en un capítulo de Raíces (de la secuela), en los años setenta, el evento televisivo por antonomasia. Junto a Sandokán, fue la miniserie (así las llamaban entonces) que más impresionó a la gente de mi generación. Que levante la mano quien no tuvo un compañero de escuela o de catequesis apodado “Kunta Kinte” o “Gallo George”. Yo tendría unos diez años, no sabía nada de Malcolm ni de Alex Haley (curador de su biografía y autor de Raíces). Nunca más volví a ver ese episodio, pero recuerdo cada una de las escenas. Malcolm se introdujo en mis neuronas.
Cuando un actor - cualquier actor - lo interpreta, es como si Malcolm lo poseyera. Hasta su parodia se carga de epos. En una escena de la (pésima) película Las locas aventuras de Robin Hood de Mel Brooks (1993), David Chapelle imita a Denzel Washington que hace de Malcolm. Esa es la única escena que quedó grabada en mi mente.
Así que, la primera vez que vi a Malcolm, no era él... pero era él, una presencia electrizante.
¡He aquí el cliché! Malcolm es “eléctrico”, es “magnético”, tiene “carisma”, “se sale de la pantalla”. Es mucho más chamánico que cualquiera de las estrellas de rock para las cuales derrochamos el adjetivo. Su voz, la retórica que hace perder el equilibrio (o readquirirlo), el lenguaje del cuerpo, la imagen, el porte... Todo contribuye para perpetuarlo aquí, necesario como un pequeño dios doméstico, un Lar, un antepasado que habita en un rincón de la casa.
Malcolm parece atrapar la energía del mundo, transformala y distribuirla a su alrededor. Se comunica con el público en un modo tan directo que rompe las barreras del tiempo. Han pasado más de cuarenta años, y no obstante, esos roncos sonidos te cogen por los hombros y te sacuden. Esas parábolas e historias repletas de animales, esas preguntas retóricas, esos pasajes a “voz y coro”...
Incluso la imagen de Malcolm es vívida, vibra, quema las pupilas. Sus fotos siguen diciéndote muchas cosas, nunca se callan, su sonrisa continúa encandilando en las páginas y las pantallas. Las películas te obligan a saltar de la silla, sientes el escozor en las vértebras.
21 de febrero de 1965, Audubon Ballroom en Harlem. Una lucha de clanes fomentada por el FBI quita la vida a “nuestro espléndido príncipe negro” como lo llamará Ossie Davis en su oración fúnebre. Malcolm fue asesinado, y sin embargo, en el 2005 todavía cuesta creer que está muerto; cuesta tanto creerlo que su tumba nunca fue meta de peregrinaje, como la de Martin Luther King. Ni siquiera puede pensarse que Malcolm tiene una tumba, porque parece que todavía está aquí entre nosotros, es más, cada vez más entre nosotros.
“La mejor cosa que el hombre blanco hizo por mí, fue pintarme como un demonio en todo el mundo. Porque yo puedo ir a cualquier parte del continente africano y nuestros hermanos africanos ya saben de qué lado estoy”. Aún es así: cuando Malcolm llega, ya sabes de qué lado está.
En todo el planeta, en una época de enfrentamientos entre grandes imperios guiados por pequeños hombres, la figura de Malcolm sigue creciendo. Por mucho, mucho tiempo se lo ha considerado un simple “agitador”. Su lenguaje colorido y directo, el lenguaje que toca el corazón, ha impedido considerarlo como uno de los intelectuales más importantes del siglo XX. ¿Quién expide el carné de “pensador”?
Lejos de ser poco sofisticado, Malcolm es un líder cultural que habla a los seres humanos del futuro. Lo que dice nunca será “caduco”. Y tampoco cómo lo dice. Los discursos de Malcolm son obras maestras de composición, “composición espontánea”, semi-improvisaciones sobre un guión inicial. Cada discurso es una historia rotunda de afirmación, autodisciplina y estilo frente al enemigo. Estabas en el fango y has salido, todos pueden salir. La lucha por la memoria y la reconquista de la dignidad. George Washington intercambió su esclavo por un barril de melaza, pero tu abuelo no era un barril de melaza. Tu abuelo era Nat Turner. Tu abuelo era Toussaint L'Ouverture. Tu abuelo era “el negro del campo”, pensaba fugarse y matar a su patrón. Tu abuelo es el que no se inclina.
Además, tú no eres norteamericano. He dicho: tú no eres norteamericano. Estás sentado en la mesa junto a los norteamericanos, pero tu plato está vacío. No puedes ser un comensal si no te permiten comer. Malcolm está más allá de los EE.UU., es la perspectiva global contra el ombliguismo yanqui. Extiende el término “afro-norteamericano” a toda la diáspora negra y anticipa el discurso sobre el Atlántico Negro. Viaja por las revoluciones coloniales armado con una cámara filmadora, reubica su propia alma en el sur del mundo.
Y cierro con un último espadazo de Malcolm al nudo gordiano del racismo, un cambio en el punto de vista que nos habla de nuestro presente: “Estoy cansado de todos los estudios sobre los negros de los EE.UU. y el `problema negro´. ¡Es hora que Norteamérica haga un estudio detallado sobre lo que no va en los blancos!”
Él se refiere a los segregacionistas, al Klan y a J. Edgar Hoover. A nosotros nos recuerda los seminarios sobre la Biblia organizados por Bush en la Casa Blanca, los discursos apocalípticos, los delirios neo-cons, la ofensiva creacionista contra Darwin...
Sí, puede ser que Malcolm tenga razón: tiene que haber un “problema blanco”, en este planeta. ¿Condi Rice? Condi Rice es blanca, es extraño que no lo hayáis notado. Malcolm está junto a nosotros, hoy más que antes. Mi abuelo era Espartaco. Mi abuelo estuvo en la Comuna de París.


Lee y escucha el discurso de Malcolm del 12 de abril de 1964,
The Ballot or the Bullet [El voto o la bala]

“En Jacksonville los que lanzaban cócteles Molotov eran adolescentes. Los negros nunca lo habían hecho antes. Y esto te demuestra que algo nuevo está pasando. Que hay un nuevo modo de pensar. Que hay una nueva estrategia. Este mes serán los cócteles Molotov, granadas de mano el próximo mes, y algo más el siguiente. Serán los votos, o serán las balas. Será la libertad, o será la muerte. La única diferencia de este tipo de muerte es que será recíproca. ¿Sabéis lo que quiere decir `recíproca´? Esta es una palabra del hermano Lomax, se la he robado. Generalmente yo no uso palabras importantes porque yo no trato con gente importante. Yo trato con gente común. Creo que puede reunirse mucha gente común y barrer con mucha gente importante. Ellos no tienen nada que perder, y tienen todo para ganar. Y te lo hacen saber inmediatamente: `Se necesitan dos para bailar el tango; cuando yo voy, tú vas.´”

La "X" de Malcolm y la memoria
por Wu Ming 1
(publicado en el suplemento dominical de Liberazione el 27 de febrero de 2005)
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La “X” que reemplaza el apellido de Malcolm es la misma que figura en los mapas de piratas: indica donde está enterrado el tesoro. El tesoro a descubrir es la dignidad, y junto al cofre está el hacha de guerra: la memoria.
La renuncia al apellido de esclavo, estigma de una antigua violación, pone en discusión el presente, la identidad impuesta, el papel que nos asigna el guión de los vencedores. Una puesta en discusión radical, es decir, que desciende a las raíces, a la reconquista de la memoria negada.
Tus antepasados eran mercadería, 100% fuerza de trabajo para explotar hasta el agotamiento. No has llegado a los EE.UU. a bordo del Mayflower, el mito fundacional no te pertenece. En el fondo del Atlántico están los restos de los que no sobrevivieron a la travesía en los navíos negreros (el Middle Passage). Compañeros de desventura de tus antepasados, arrojados al mar cuando muertos o enfermos, escoria humana, trozos de carne entre los dientes de los tiburones.
No, el mito no te pertenece, los “padres de la Patria” usaban el látigo con tu abuelo y tú aún llevas las marcas. George Washington poseía trescientos dieciséis esclavos. Thomas Jefferson tenía ciento ochenta y siete, y varios hijos mulatos.
Tus antepasados eran hombres-bestia, mulos intercambiables con barriles de melaza. Pero no eran estúpidos, fingían ser tontos para embaucar al capataz y trabajar menos. Fingían decir estupideces, no saber hablar: yes, massa, you'se right, you jes right, massa... y mientras tanto charlaban en código para que no los entendieran, crearon una lengua, una cultura, un mundo.
La “X” que reemplazaba el apellido de los Black Muslims [Musulmanes Negros] degenera en adoctrinamiento, despersonalización, paranoia. Malcolm se hace más grande, cada vez más grande, y la Nation of Islam [Nación del Islam] se hace cada vez más pequeña. La Nation reemplaza el alienante mito fundacional de los blancos racistas con otro, igual de alienante pero más extravagante y racista: el del pérfido Yacub exiliado del Paraíso en la Isla de Patmos, que experimenta y produce al hombre blanco como Uentermensch, descarte del hombre negro.
De este modo Malcolm abandona la secta, llevándose consigo la “X”, abriéndole nuevos horizontes a medida que se despliega su relación con el pasado. Para Malcolm la memoria es un conflicto perenne, la imagen del pasado es un fogonazo imprevisto en los momentos de peligro. Dice: “En cada época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla”. “Tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo”, agrega, “no ha cesado de vencer”.
En realidad no son frases suyas, son de Walter Benjamin, pero esa es la idea. Lo que nos empuja es el deseo de rescatar a los antepasados esclavizados, y solamente después podemos pensar en los descendientes liberados. “Un hombre no sabe cómo actuar hasta que no entiende contra qué está luchando. Y no entiendes contra qué estás luchando hasta que no entiendes lo que te han hecho.
No hay memoria compartida. No puede haber. No se le puede pedir al esclavo que honre el recuerdo del esclavista. Partisanos y “chicos de Saló” no están al mismo nivel. Esto no significa quedar prisioneros del pasado, encerrados en la celda del odio y la sed de venganza. Es verdad, el recuerdo de la esclavitud puede convertirse en un gueto mental, pero es importante saber que en los momentos de peligro, un recuerdo resplandecerá en los márgenes de tu campo visual, extenderás tu mano y a tientas encontrarás el pasado, la memoria de la dignidad de tus antepasados, de las luchas, de los trucos para joder al capataz. La voluntad de rescate se nutre con esto, y unas pocas cosas más.
La reflexión de Malcolm está proyectada hacia adelante, se esfuerza por ir más allá. Puede construir mucho, sobre la base de conciencia que ha logrado. “Los que buscando la raíz del mal se toparon con las relaciones de propiedad fueron cada vez más a fondo, a través de un infierno de atrocidades cada vez más profundas, y llegaron hasta el punto en que una pequeña parte de la humanidad había anclado su despiadado dominio”, decía Bertolt Brecht en 1935, refutando a quienes intentaban atacar al fascismo apuntando contra sus atrocidades y definiéndolas como “gratuitas” o “inmotivadas”. Por el contrario, esas atrocidades eran necesarias, servían para defender otra cosa, algo que estaba por debajo y detrás del fascismo. “Compañeros, ¡hablemos de las relaciones de propiedad!”, era finalmente la invitación del escritor alemán.
Malcolm - liberado de las doctrinas racistas de Elijah Muhammad - comprende aún más que los horrores de la esclavitud, de la segregación y del colonialismo interno de los EE.UU. no dependen de la “maldad” de los blancos (los “demonios con ojos azules”), no son gratuitos ni inmotivados, y es más, son necesarios para la defensa de las relaciones de propiedad. Quienes mantienen el recuerdo de la esclavitud en el centro de su propia reflexión, llegarán más fácilmente a la crítica de la propiedad. Es tan simple como sumar dos más dos: toda la experiencia afro-norteamericana está influenciada por haber sido propiedad de alguien. Aquí la memoria se convierte en pre-requisito de la crítica.
El último Malcolm (1964-1965) corre cada vez menos peligro de quedar prisionero del pasado, y además tiende a usarlo en modo cada vez más creativo y radical. Ir “a las raíces del mal”. Excavar en el punto indicado con la “X”. Las balas que lo matan el 21 de febrero de 1965 ponen fin a una asombrosa y entusiasmante búsqueda del tesoro. La evolución de Malcolm habría deparado muchas sorpresas. Demasiadas para quien piensa que ningún recorrido - viaje iniciático, redescubrimiento de la memoria o exploración del futuro - puede proseguir más allá del cartel de “Propiedad privada”.

Lee y escucha el discurso más famoso de Malcolm,
Mensaje a las comunidades de base, 10 de noviembre de 1963

“Así como el amo de antaño usaba a Tom, el negro casero, para controlar a los negros del campo, hoy el mismo viejo amo tiene negros que no son más que modernos Tíos Tom, Tíos Tom del siglo XX, para controlarte y para controlarme, para controlarnos, para mantenernos pasivos, pacíficos y no violentos. Es Tom quien te hace no violento. Es como cuando tú vas al dentista y te va a extraer un diente. Tú le pegarías cuando comienza a jalar. Entonces él coloca en tu boca algo llamado procaína, para que pienses que no te está haciendo daño. Por eso tú te sientas allí y porque tienes toda esa procaína en la boca, tú sufres pacíficamente. La sangre corre por tu boca, y tú no sabes qué es lo que está pasando. Porque alguien te ha enseñado a sufrir, pacíficamente.”

De Malcolm al Hip Hop pasando por Ghost Dog

por Wu Ming 5
(publicado en el suplemento dominical de Liberazione el 27 de febrero de 2005)


Soy de aquellos que piensan que el Hip Hop no está muerto. Creo también que la lección de los grandes líderes afro-norteamericanos del siglo XX, sobre todo la de Malcolm, todavía es actual. Incluso creo que el Hip Hop hubiera sido imposible sin el nacionalismo negro. Estas cosas han movido generaciones, la fuerza del ejemplo está intacta. A este punto es inevitable recurrir a sugestiones para dar cuenta de las relaciones entre esa época y la actual. El cine, la máquina de sueños por excelencia del siglo pasado, puede servir como punto de partida. Comencemos.
Hay una película bastante reciente que pone en pantalla, en modo indirecto y simbólico, la “comercialización” -la individualización- del Hip Hop. Ghost Dog: El camino del Samurai (Jim Jarmusch, 1998) es un apólogo de la Old School [Vieja Escuela] sobre los valores encarnado por magníficos perdedores; pero es, sobre todo, una reflexión sobre la eficacia. Tan mecánica en sentido operativo como profunda en sentido existencial, es posible sólo para quienes estén dispuestos a apostar todo en la reconstrucción de un sentido. Ghost Dog-Forrest Whitaker elige la vía de la devoción y del sacrificio. Fiel al gángster italiano que le ha salvado la vida hace unos años, está más allá de toda preocupación colectiva o comunitaria. Sus motivaciones tienen que ver con el honor y con el estilo. “Sólo mi jodida guerra personal” dirían los Colle der Fomento[1]. Ghost Dog aprende de Malcolm, de Eldridge Cleaver, de Huey P. y de Bobby Seale que se puede ser veloz, preciso, eficaz e impecable, y que se debe mirar hacia lo alto. El Cielo es el límite: antes de ser canibalizado por MTV, era un eslogan de las Panteras.
Militia est vita hominis super terram: Ghost Dog debe haber meditado mucho el pasaje del Libro de Job. La lección de estilo de los grandes líderes del nacionalismo negro se pone al servicio - a través de su cuerpo y su mente - de un improbable mensajero: un mafioso de mediana edad. El Samurai negro la honra a la manera de los decadentes guerreros del Hagakure. Pero la armadura estilística, la perfección forjada con el sacrificio y la renuncia, la versión post-apocalíptica, individualista del estilo marcial de Malcolm o de Huey no pueden protegerlo de los contragolpes del destino.
La metáfora es transparente: acabada la época del Hip Hop político (por lo menos para la gran audiencia), la eficacia sólo concierne la promoción de los individuos, de los grupos, de las bandas. En la lucha de los individuos, de los grupos y de las bandas contra la elite de poder blanca -implícita, de forma estilística – vence el poder de las corporaciones.
Sea como fuera, Ghost Dog decide perder el último duelo, que lo enfrenta a su Salvador, Mentor y Asesino, fiel a una extorsiva comunidad de criminales y no por la profundidad de las relaciones humanas. Ghost Dog muere en la calle que, de algún modo, había trascendido. Una niña y un heladero haitiano lloran por el héroe.
“¿NO ES TIEMPO DE CAMBIAR? JUSTICIA ECONÓMICA YA. EL GOBIERNO NORTEAMERICANO NOS DEBE: EDUCACIÓN IGUALITARIA, UNA ACCIÓN MÁS FUERTE Y AFIRMATIVA, UN ACCESO MÁS AMPLIO AL NUEVO SUEÑO NORTEAMERICANO. LAS INDEMNIZACIONES NO SON UNA CUESTIÓN RACIAL. SON UNA CUESTIÓN DE JUSTICIA NORTEAMERICANA. INDEMNIZACIONES YA.”
No es la octavilla de un activista ni la plataforma de algún político africano-norteamericano. Es el texto de una publicidad de la Phatfarm, una marca de moda urbana popular entre los jóvenes negros de las ciudades, que fue publicada en la importante revista The Source en mayo de 2003. Malcolm no es citado tan a menudo en el Hip Hop actual, pero su fantasma político y su estilo están presentes. Las cuestiones del nacionalismo negro son parte de la visión del mundo de amplios estratos de la población africana-norteamericana, y la música del gueto aún representa - después de más de veinticinco años – su voz. Es verdad, el Hip Hop está en todas partes. Modos y estilemas de género ya pasaron a ser parte de la corriente principal, incluso en el pop para adolescentes más castrante y mortífero. No obstante este dato no debe engañarnos. No es lo que el Hip Hop dice, afirma o niega lo que hace que el fenómeno sea un problema para la Norteamérica blanca: es su misma existencia, la posibilidad concreta para un joven negro de acceder a un mundo de consumo privilegiado, marcando el conflicto, la división racial, la rareza.
Mediante instantáneas hiperrealistas de las calles de los olvidados y oprimidos, un negro del campo puede convertirse en rico (por cierto, no como un caucásico cantante de rap), y esto es escandaloso a los ojos de la Norteamérica WASP. La reacción a la difusión del Hip Hop, no es casual, a menudo se realiza en las cortes de justicia. En octubre de 2003, una jueza de Michigan se pronunció a favor de Eminem cuando un compañero de colegio, D´Angelo Bailey, querelló por un millón de dólares al cantante de rap por haber sido mancillado en una de las canciones del álbum de debut. Como prueba de la influencia del Hip Hop en la Norteamérica actual, la jueza Deborah Servitto declamó parte de la sentencia en forma de versos de rap: "Bailey thinks he's entitled to some monetary gain / Because Eminem used his name in vain / The lyrics are stories no one would take as a fact / they're an exaggeration of a childish act" ["Bailey piensa que merece compensación / porque Eminem ha hecho difamación / Las letras son historias que nadie creería / hay exageración de una niñería"]. Es una de las pocas sentencias favorables a un cantante de rap en el curso de una larga historia de procesos, que apuntan a nombres como Snoop Dogg, P. Diddy, Little Kim y muchos otros más. Por lo tanto, podemos atrevernos a decir que el Hip Hop resume la totalidad de la experiencia afro-norteamericana de la sociedad norteamericana contemporánea, así como la figura y la biografía de Malcolm revestía la experiencia afronorteamericana del siglo pasado.
Un pequeño delincuente “estilístico” que tuvo al jazz, el baile y el sexo como puntos de partida de una experiencia espiritual decisiva, un joven urbano trajeado no totalmente ajeno a una tormenta cultural cuyas consecuencias a largo plazo conducirán a los movimientos de liberación de las décadas sucesivas, recluso que asume la religión en sentido identitario y político, líder influyente, orador eficaz, amenaza pública. En la biografía de Malcolm está todo. Malcolm descubrió y desveló un destino alternativo al de la Norteamérica blanca. Su lección fue traspuesta a la supervivencia individual y comunitaria; la energía de la lección todavía es incisiva, transversal, omnicomprensiva, y no parece declinar. Del estilo a la política, y de vuelta al estilo: el programador de ritmos insiste con el grado cero del funk, vibra estoico, minimalista, lúcido como el traje de Malcolm, como su cabeza rapada, como la montura de sus gafas. El eco de sus palabras está por todas partes.

NOTAS:
[1] Grupo de Hip Hop / Rap romano.

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