madrid.indymedia.org, Jueves 10 de Julio 2003,
54: Sólo una novela de aventuras
"54", de Wu Ming, Mondadori, Barcelona, 2003.Las novelas de Wu Ming venden miles y miles de ejemplares en todo el mundo. "Signo de que son malas, porque la gente sólo aprecia la mala literatura", dirán algunos. Son los mismos que afirman que las grandes verdades sobre la vida o la política sólo se pueden decir al oído a unos cuantos escogidos, porque "las masas" se indigestarían con ellas. Así, durante un tiempo que aún persiste, en nuestras cabezas se agranda la supuesta separación entre "arte" (actividad de especialistas para especialistas, incomprensible para legos) y la "acción política" (necesariamente colectiva), entre los productos experimentales para gustos refinados y las mercancías culturales producidas en serie para el resto. Cuando por casualidad un gusto refinado cae en las butacas del público común y corriente, sólo asiste a espectáculos "embrutecedores", "simples", "que abofetean al espectador". Cuando por otra casualidad mayor aún, alguien común y corriente cae en las butacas reservadas para gustos refinados, sólo es capaz de abandonarlas sigilosamente a mitad de obra, temiendo que su mandíbula se desencaje definitivamente con tanto bostezo. Quizá, como decía Chesterton, no es que al pueblo le guste la mala literatura, sino que le gusta la literatura de cierto género, con ese fondo tan peculiar de la aventura y el romance, y le gusta, aun cuando sea mala, con preferencia a la de otro género, aun cuando ésta sea buena. Seguramente la gente no ha ido a ver la última de Godard no porque sea una mala película de Godard, sino porque es una mala película de gangsters.
Si Chesterton está en lo cierto, muchos estamos entonces de enhorabuena. Porque 54 no es sólo una novela de aventuras más, sino una estupenda novela de aventuras con todos los ingredientes necesarios para saciar a los hambrientos de descomunales aventuras y violentos secretos, un puzzle en movimiento con gangsters, partisanos, actores famosos, agentes secretos y líderes revolucionarios como piezas fundamentales. Las historias se suceden dentro de las historias, como las muñecas rusas o las estancias en un castillo laberíntico por donde se cruzan magistralmente figuras imaginarias o reales (en este caso, Cary Grant y Tito por ejemplo), grandes personajes orillados por la Historia que conservan impasibles una entereza y una dignidad apenas cariada por la derrota de todas sus esperanzas revolucionarias, con la muerte acechando por todas partes (como tiene que ser en cualquier buena novela que hable verdaderamente de la vida). Si la última novela publicada por Wu Ming en castellano popularizó un malo de antología, Q, inteligencia y voluntad absolutas con que medir la inteligencia y voluntad del principal protagonista de la novela, alias Gert del Pozo, 54 nos regala (entre otras cosas) una extraña y hermosa amistad entre un gangster, matón del tristemente célebre Lucky Luciano, Steve "Cemento", empeñado como tantos otros gangsters míticos antes que él en empezar otra vida, libre del terror y la violencia, no sin antes dar el "último golpe", por supuesto, y Salvatore Pagano, uno de esos idiotas más sabios que el mundo, un simple tan descomunal que acaba apareciendo en una película de Hitchcock, no sin antes hacerse célebre por tener una suerte campanuda en un casino en el que consigue atraer la atención de la mismísima Grace Kelly. Un necio que consigue lo que otros no logran con toda su inteligencia: ser divertido y vivir.
Y al fondo de todo, una reflexión sobre "el estilo como arte marcial". En uno los ensayos recogidos en Esta revolución no tiene rostro (Acuarela, 2003), Wu Ming 1 dice que "afinar el estilo es a todos los efectos un arte marcial. El estilo es resistencia cultural y simbólica, una especie de "zapatismo mental". A través del cuidado de los detalles, se expresa la conciencia de dignidad, que no hay que confundir nunca con el "decoro" burgués. La dignidad se conquista luchando, escogiendo. El "decoro" consiste en no escoger nunca". Es lo mismo que Tito le comenta a Cary Grant en un encuentro surrealista a mitad de 54: "Nosotros, hijos de proletarios, tenemos que conquistarla, la elegancia. Con tenacidad. Siempre atentos, como si estuviéramos en el frente". Evitar un paso en falso en un baile, unos calcetines bajados, una aparición indigna, etc., pueden ser todos momentos igualmente importantes en el combate por afirmar maneras de estar en el mundo que resistan el abandono, la dejadez, la dispersión, el descuido, la entropía... la muerte.
"Bueno, total, por mucho que se vista a la mona de seda teórica, no se trata más que de otra novela de héroes y villanos, ¿no?", concluirán algunos. Pues nada más... y nada menos. Porque en verdad, volviendo a Chesterton, la vida de héroes y villanos es la vida tal y como se vive realmente. Toda aquella literatura que presente nuestra vida como peligrosa y sorprendente es siempre más verdadera que aquella otra literatura que nos la haga ver languidecente y llena de dudas. Porque la vida es una lucha y no una conversación.
Gabriel Syme