Un artículo de cuatro
páginas extraído del número 29 de "Pulp libri" [Revista literaria bimensual
italiana], Enero-Febrero de 2001:
Como muchos lectores
saben, Wu Ming es el nombre colectivo adoptado por cuatro promotores del
Proyecto Luther Blissett con base en Bolonia (precisamente los cuatro autores
de Q) después del seppuku, el suicidio ritual al estilo samurai
por medio del cual abandonaron el nombre múltiple Luther Blissett en diciembre
del 99. El quinto miembro es Riccardo Pedrini, antiguo músico punk rock y
profesor de artes marciales, también autor de la impactante novela Libera
Baku Ora [¡Liberad a Baku ahora!] (Derive Approdi, Enero de 2000). Este
libro fue una rara evidencia de que los italianos no están genéticamente contaminados
y de que pueden escribir ciencia-ficción inteligentemente incluso ignorando
el legado de Calvino y de Primo Levi.
Wu Ming (“Sin nombre”
en chino) es una fábrica artesanal de literatura y cultura. En menos de un
año de actividades han creado un sitio web (
http://www.wumingfoundation.com
) y una lista de distribución electrónica (/Giap/), han publicado una novela
(Asce di guerra [Hacha de guerra]) y una novela corta accesible gratuitamente
en su web (Pantegane e sangue [Ratas y sangre]). En los próximos doce
meses probablemente publicarán su tercera novela, 54. Puesto que Wu
Ming, como individuos, hacen multitud de otras cosas –desde la participación
en los movimientos anti-globalización hasta la práctica del Thai-boxing–,
se confirma un dicho común acerca del post-fordismo, a saber: la gente está
trabajando mucho más de lo que lo hicieron bajo el fordismo. Por supuesto
trabajan en una forma un tanto diferente: en décadas pasadas –los sesenta,
setenta etc.– Wu Ming hubieran corrido el riesgo de convertirse (no pretendo
ofender a nadie) en editores o asesores de alguna gran casa editorial. Hoy
en día no necesitan renunciar a su autonomía, ni son forzados a encerrarse
a sí mismos en un entorno “underground” que está demasiado complacido con
la marginalidad.
¿Es esto una rendición
ante la industria cultural, como algunos envidiosos cortos de miras proclaman
a los cuatro vientos? Si es así, entonces es una rendición muy extraña.
Asce di guerra, su primera novela con el nuevo alias, no renuncia al
anti-capitalismo intransigente ni al desprecio hacia la izquierda oficial
que caracterizó a Luther Blissett en los noventa. Wu Ming ha excavado historias
de los años de la Resistencia y de la posguerra temprana, dejando al descubierto
la rabia contra el compromiso stalinista-católico que permitió que el personal
fascista volviera a sus posiciones. En el proceso, ha demolido la imaginería
tradicional positivista acerca de que la Resistencia fue heredada por la
izquierda reformista. Esto lo hizo asociándose con Vitaliano Ravagli, el chico
de Imola que, siendo demasiado joven para luchar con los partisanos, se hartó
de la restauración de la posguerra y se fue “a matar fascistas” a Indochina,
uniéndose a los guerrilleros Lao. Ravagli es a la vez coautor y personaje
del libro. [Ravagli y Wu Ming] no querían propagar un credo, ni intentaban
mofarse de los “radicales de sillón”: tan sólo proporcionaron una voz a las
“figuras del fondo”, aquellos que fueron excluidos de “la Historia”, que
tuvieron que luchar para conseguir un lugar fuera del silencio y apostarse
la vida en la guerra social, todo ello manteniendo la fe en sí mismos.
Para destrozar algunas
distorsiones (incluyendo el supuesto “situacionismo” de Luther Blissett),
y para obtener una mejor comprensión de su libro en particular y de su trabajo
en general, hicimos a Wu Ming algunas preguntas.
Q
terminaba reconociendo que “Ningún plan puede anticiparlo todo. El tiempo
no dejará de dispensar victorias y derrotas a aquellos que sigan luchando”.
La nueva novela empieza diciendo: “Las historias son hachas de guerra que
debemos desenterrar.” ¿Queréis decir que el pasado y el futuro no tienen
una racionalidad inmanente? ¿No son otra cosa que decorados, abiertos a cualquier
voluntad e intervención individual o colectiva?
Algunos acusaron a
Q de estar impulsada por la paranoia de la conspiración. Muy al contrario,
es una disertación sobre la naturaleza reaccionaria de las teorías de la
conspiración que se confirman a sí mismas ad nauseam. El personaje
llamado Q cree que “no hay nada nuevo bajo el sol” aparte de la Iglesia,
por eso después es llamado Qoèlet [Eclesiastés], un libro del antiguo testamento,
del cual ésta es la interpretación tradicional, ahora cuestionada por muchos
estudiosos. Poco a poco la fe de Q vacila, y la novela es la crónica de su
desencanto, la deserción del mejor agente en el último kilómetro. Si gustas
de novelas “cifradas”, la clave de Q no está en el epílogo, está en
la última carta a Carafa, la que Q no consigue mandar. La frase final de
la novela (“Dejemos que siga la acción sin plan alguno”) es sólo un suspiro
de alivio, y la plagiamos de (es decir, fue un tributo a) White Noise
, de Don De Lillo.
Como en Asce di
guerra, nos oponemos a la noción de pasado como un mausoleo que debemos
guarnecer o como una placa conmemorativa a la que hay que sacar brillo y
embellecer con flores de plástico. No estamos interesados en la “racionalidad
inmanente” de una era, queremos saber cómo una comunidad en lucha puede hacer
uso de ciertas historias, queremos explorar la relación entre las razones
del pasado y las del presente, entre la comida basura de ayer y la indigestión
de hoy. Cuando se mira la “racionalidad inmanente” del pasado, se corre el
riesgo de justificar cualquier posición y elección en el nombre del “espíritu
de los tiempos”. De esa manera, terminaríamos desdibujando cualquier distinción
entre los partisanos y los Camisas Negras [fascistas].
Al contrario que
Luther Blisset, Wu Ming no es un nombre múltiple que cualquiera puede adoptar.
Es más, vuestros nombres y apellidos no son secretos. Ya habéis explicado
eso, y probablemente estáis aburridos de repetir las cosas, pero... ¿podrías
explicar una vez más por qué habéis cambiado de tácticas desde 1995?
Desde el principio,
nuestra adhesión al Proyecto Luther Blissett estuvo basada en un plan quinquenal
al estilo soviético. Cinco años fueron suficientes para conseguir lo que
teníamos en mente sin aburrirnos ni repetirnos. Las cosas fueron mejor que
en la URSS: allí una fábrica producía sólo zapatos del pie izquierdo, nosotros
producimos Q. Fue un gran atraco, alcanzamos la cámara acorazada de
la cultura popular y dejamos los bajíos auto-referenciales de la “cultura
alternativa”. Al final del Plan, era normal que dejáramos el nombre múltiple,
nos convirtiéramos en empresa y dejáramos que el arte marcial de LB evolucionara
hacia otros estilos diferentes. De cualquier manera, Wu Ming conserva muchos
aspectos del proyecto anterior: la postura anti-copyright, la opacidad hacia
los medios, la consideración del trabajo como algo más importante que el
autor etc.
Los estudios clásicos
sobre la industria cultural (Adorno y Horkheimer, Edgar Morin...) están todos
caducados, como lo está la distinción entre trabajo productivo e improductivo
de Marx. ¿Cuál es la relación entre la descripción del trabajo mental como
directamente “social” y vuestra llamada a los artistas (o “trabajadores mentales”
[brainworkers], como los llamáis, o incluso “cognitarianos”, que es la definición
de Bifo) para que exploten la vía de las “empresas políticas autónomas”?
Como escribimos en
nuestra “Declaración de intenciones”, el “intelectual” como figura separada
del conjunto de la producción hace tiempo que pasó. La información es la
fuerza productiva más importante. La “industria cultural” tiene una relación
simbiótica con toda la galaxia de comodidades y servicios. El dicho “Todo
es multimedia” es ya un pleonasmo. Contar historias es tan sólo uno de los
muchos aspectos del trabajo mental, de una co-operación social más grande
que integra la programación de software, el diseño industrial, el periodismo,
la música, las actividades de inteligencia, los servicios sociales, las políticas
de género etc. El trabajo mental está completamente dentro de las redes de
empresa y producción: en efecto, es su principal fuerza motriz. Debemos fortalecer
nuestras compañías, ir más allá de la independencia, para adquirir más fuerza,
tomar control del proceso de producción y de los resultados de nuestra labor
creativa. De cualquier manera, debemos montar empresas políticas porque
hemos pasado del “compromiso” como una elección que “aquellos que crean”
no deberían dejar de hacer. Los “trabajadores creativos” han sido
dejados sin elección, simplemente *no pueden evitar su intervención*. Escribir
es parte de la producción, narrar es hacer política. Al menos, apostamos
por la auto-valoración del trabajo mental, es decir, en nuestra propia habilidad
emprendedora. Uno debería evitar suplicar fondos públicos o establecer relaciones
de subordinación con burócratas de cualquier nivel. Nuestro objetivo son
relaciones con una base de paridad, es por ello que la empresa política ha
de ser también autónoma.
Desde los días
de Luther Blissett la gente os admira (o desprecia) porque sois capaces de
ocupar el paisaje mediático. De acuerdo con los detractores, habéis revigorizado
el espectáculo contra el que pretendéis luchar. Al final de Asce di guerra
citasteis un desconsolado comentario de [Immanuel] Wallerstein, que “toda
forma de movimiento antisistema” estaba “enteramente producido por el capitalismo
histórico”. ¿Cómo podemos solventar esto?
Wallerstein no es
un pesimista, él piensa que el capitalismo histórico es un sistema inmanente,
condenado a terminar como todas las sociedades históricas anteriores. En
el trozo exacto que citamos, él explica que “Toda debilidad del sistema en
una dirección le ha fortalecido en otra, pero ¡no necesariamente en el mismo
nivel! Esa es la cuestión”. Respecto al “espectáculo”, lo consideramos como
un pseudo-concepto sin significado. Fue tan sólo la solución que encontró
Guy Debord para cualquier pista de crucigrama de las que puso en su texto
más famoso, por ejemplo: “monólogo laudatorio del orden existente” – solución:
“Espectáculo”; “capital con tal grado de acumulación que se convierte en
una imagen” – solución: “Espectáculo”. Venga ya, ¿realmente consideras que
es una categoría útil? Hasta donde sabemos, fetichizarlo ha causado solamente
inacción, frustración y rencor. Nunca “combatimos el espectáculo”, no somos
escritorzuelos fardando de la máxima radicalidad formal y a quienes les importa
un carajo si nadie entiende nada. No tenemos sentimientos paranoides sobre
la “recuperación”, queremos tomar parte de los conflictos sociales actuales,
comunicarnos con tanta gente como sea posible y apuntar a logros concretos.
En lo que respecta a nuestra habilidad para ocupar el paisaje mediático,
siempre lo hicimos promoviendo personajes virtuales que eran el producto
de relaciones sociales reales.
Afirmasteis que
“Cualquier línea inicial de Dashiell Hammett es mejor que todas las obras
de James Joyce”. Pienso que Joyce se merece algo más, después de todo él contaba
“historias” también, incluso aunque fuera de manera experimental. Aparte de
mi opinión personal, vosotros pedís y producís ficción “épica” basada en
una trama densa y un contenido radical. ¿No estáis corriendo el riesgo de
actualizar el llamado “realismo socialista”? ¿Pensáis que podéis evitar esto?
Esa frase mantuvo
nuestros buzones libres de historias cortas minimalistas, trabajos autobiográficos
de personas cuyas vidas carecen de interés y novelas neogóticas atestadas
de términos obsoletos inútiles. Dicho esto, de ninguna manera nos acercamos
a Zdanov, aquello no era mitopoesis, sino mito-paresia, que él usó
para paralizar a la imaginación imponiendo un lenguaje que eliminaba la experiencia.
Al contrario, queremos mantener la acción a un centímetro de la nariz del
lector, queremos que se sumerja en una bañera de sangre y mierda. “El personaje
es la acción, la acción es el personaje”. Ciertamente estamos más cerca de
Francis Scott Fitzgerald que de Kim II Sung.
Asce di guerra
es una operación
peculiar, mezclamos memorias y novela de no-ficción con un punto de vista
anti-oleográfico que sobrepasa la antítesis ortodoxia / heterodoxia. Es
re-visionismo en el sentido original, “ver de nuevo”, con nuevos ojos.
Nuestra próxima novela 54 será una loca historia de espías. La historia
tiene lugar dentro del cerebro de Cary Grant durante el exilio napolitano
de Lucky Luciano. Hay varias sub-tramas, y personajes de otras novelas (por
ejemplo las series francesas Rififi). El McGuffin es un televisor
que nadie puede arreglar. ¿Puede esto ser “realismo socialista”? En cuanto
a Wuming Wu [Ricardo Pedrini], su segunda novela Havana Glam será un
buen ejemplo de “surrealismo socialista” o “realismo mágico socialista”.
Respecto a las tramas densas, contar (y escuchar) historias ha sido una necesidad básica para los humanos de todas las eras. Cualquier comunidad necesita historias y mitos con los que vivir. Nuestras referencias literarias son de muy amplio espectro: Emilio Salgari y James Ellroy, Cormac McCarthy y las novelas de aventuras latinoamericanas. Somos demasiado fieles a Benjamin Peret como para apreciar a Ilya Ehrenburg.
[Traduccion en castellano por José Luis Aznarte]