Qué
Pasa (CL), 28 de Noviembre de 2003
Literatura: La
conspiración también es divertida
Un
best seller entretenido y lleno de ideas.
Una rebelión literaria de 500 páginas sobre el año
1954,
Cary Grant y un puñado de vidas comunes, pero no por eso menores.
Por
Álvaro Bisama
54.
Wu Ming. Mondadori, 2003. 542 páginas.
Los
best seller también pueden ser revolucionarios. ¿Cómo?
Fácil: dándole una vuelta a los géneros, desmontando
los mitos modernos y transformando la narración en una bomba
explosiva. Esto es lo que pretende Wu Ming, un colectivo italiano de
escritores sin rostro pero con vocación masiva. Versión
2.0 del proyecto Luther Blissett (autores de Q), los Wu Ming
plantean la desaparición del autor como figura mediática,
el fin de los derechos de copyright y la subversión -desde sus
mismas entrañas- de las reglas de la industria editorial. 54,
su última novela, es, por ende, pura rebelión servida
como música para las masas. 54 significa 1954, el año,
y construye su trama a partir de materiales diversos que en movimiento
sostienen una narración coral: un televisor lleno de droga, Cary
Grant como agente del M16 inglés, comunistas italianos, amores
imposibles, Lucky Luciano y palomas mensajeras. La(s) anécdota(s):
un hijo busca y encuentra a su padre, mientras Cary Grant se redime
a sí mismo, mientras los rusos desean dominar la recién
inaugurada guerra fría, mientras Hitchcock filma en Cannes, mientras
un televisor melancólico da vueltas por Bolonia. Un tour por
Europa como tema y telón de fondo y narrado en sincronía
con América de James Ellroy. Su proyecto es idéntico -contar
en clave conspirativa los mitos del siglo XX-, pero a la rabia del yanqui
han opuesto la ironía. Con frases cortas, estilo cinematográfico
e historias mínimas, 54 trabaja la novela de espionaje,
el género negro y el realismo social. Juega con las formas citadas,
aspirando a trascenderlas.
Y lo consigue: se trata de una ficción mutante, un organismo
narrativo vivo compuesto por varios cuerpos que miran hacia múltiples
destinos. El más logrado: un relato de espías degradado
al nivel de la calle y con el ojo puesto en el ciudadano común,
que actúa como testigo o protagonista de la historia. Es en ese
nivel donde se presenta a los mitos -el héroe arquetípico,
sin ir más allá- como construcciones dudosas y sospechosas.
De ahí que Cary Grant lea asombrado y perplejo Casino Royale
(la primera novela de James Bond) antes de encontrarse con el general
Tito y terminar conversando con él sobre el culto a la personalidad.
Así, para Wu Ming -Grant y Tito mediante- el héroe deviene
en una figura humorística, una cáscara hecha con muchas
identidades -o ficciones-, explicable sólo desde la literatura.
Es un contrabando pop: 54 sustituye la veracidad histórica
por una colección de códigos de la cultura de masas vueltos
contra sí mismos. Estamos ante un best seller pero, sobre todo,
frente un relato que duda de sus propios materiales. 54 se lee
rápido y no se olvida fácil. Es política pura,
paranoica y emocionante para el lector. 500 páginas de diversión
garantizada, hecha con ideas indelebles pero a veces tristísimas:
la malograda Frances Farmer acechando la conciencia de Cary Grant, la
práctica revolucionaria como una derrota inminente pero ineludible,
el valor de las vidas comunes -los trabajadores, los parroquianos del
bar y los pícaros que se mueven con cierta elegancia al margen
de la ley- como la verdadera aventura, como los verdaderos héroes.