Publicado en el suplemento "Cultura/s", del diario La Vanguardia, Barcelona,
5/3/2003 - -
Wu Ming "Esta revolución no tiene rostro. Escritos sobre literatura,
catástrofes, mitopoiesis".
Prólogo de Amador Fernández-Savater.
Traducción de Hugo Romero, Albertina Rodríguez Martorell y Raúl
Sánchez. Acuarela Libros, 253 páginas, 10,50 euro.
WU MING: COMUNISMO LITERARIO
por Marcelo Expósito
Quienes consideran intolerable que un grupo de nuevos radicales exploten la
comunicación de masas escribiendo un best-seller de aventuras mientras
niegan la imagen de sus rostros, y vean sus garabatos reseñados en
suplementos culturales al tiempo impugnando las leyes de propiedad intelectual,
son probablemente los mismos a quienes gustaría que los movimientos
de contestación adoptaran tout-court buenos modales o continuaran expresando
su descontento desterrados y escupiendo contra el viento.
Los cuatro boloñeses que integran Wu Ming pertenecieron al nucleo histórico
de aquellos que adoptaron el nombre múltiple Luther Blissett para poner
en práctica un proyecto rotundo de guerrilla comunicativa y sabotaje
cultural ("Luther Blissett. Pánico en las redes", Literatura
Gris, www.altediciones.com/0022.htm).
Periodo que dieron por acabado con "Q" ¡una novela éxito
de ventas, publicada en Mondadori con "copyleft"! (derechos de reproducción
parcialmente abiertos).
Blissett nos hizo entender que la cultura de masas, lejos de constituir una
mera proyección de la economía o la política, es un territorio
potencial de conflictualidad de primer orden en el capitalismo avanzado: una
máquina productora de mitos colectivos a la espera de ser desviados
o reconfigurados con fines subversivos.
La propia biografía de Wu Ming, verdadera materia mítica, es
la columna vertebral de "Esta revolución no tiene rostro".
Blissett nace en 1994, cuando el zapatismo arrambla con los fetiches políticos
del pasado siglo, y "Q" ve la luz en 1999, el año de Seattle.
El libro de Wu Ming ordena eficazmente textos dispersos que abarcan el ciclo
de luchas globales que se desenvuelve de entonces al millón de personas
que claman en Florencia contra la guerra en noviembre de 2002. Un ciclo partido
en dos por un fogonazo en nuestra memoria: Génova, julio de 2001, cuando
los poderosos de la Tierra decidieron masacrar a una multitud disidente y
asesinar a Carlo Giuliani provocando una guerra civil a pequeña escala,
prototipo de la actual guerra global permanente y sus diversas formas de oposición
civil, las nuevas desobediencias que Wu Ming constatan (el 11-S y el viscoso
fantasma "terrorista"; Palestina y las expediciones de "diplomacia
desde abajo"; los Tute Bianche italianos visibilizando y desmantelando
los infames centros de internamiento para inmigrantes; Argentina).
Las fabulosas historias de revueltas campesinas que atravesaron la Reforma
y Contrarreforma en una Europa sacudida por los turbulentos inicios de una
nueva época, entretejidas en "Q", han pasado a constituir
el arquetipo narrativo y épico de la escritura urgente de Wu Ming al
relatar las revueltas de los actuales cambios epocales, el movimiento global
al dotarlas de relatos, al participar de sus mitos liberadores, de sus imágenes
propias y justas. "De los libros a los nombres de las calles, de las
fábulas a los recuerdos de los viejos todo es relato y los relatos
son de todos, un recurso infinito que, en un mundo dominado por la economía,
se quiere limitar y vender". Como en los nuevos movimientos, la política
de Wu Ming, su comunismo literario, consiste en defender las nuevas tierras
comunales: el formidable campo de inteligencia, creatividad, afecto y deseo
que constituye la nueva fuerza productiva de las multitudes, y de la que se
alimenta el nuevo capitalismo, expandido ya como dispositivo parasitario que
anhela cubrir todos los ámbitos de la vida.
La escritura nerviosa en tiempo real, trufada de discontinuidades y fragmentos,
de "Esta revolución no tiene rostro", demuestra la competencia
de Wu Ming al comprender qué implica hoy políticamente la lección
gramsciana sobre la lucha por la hegemonía en la cultura popular; y
al asumir radicalmente, sin coartadas, oscilando entre los gases lacrimógenos
y la reactivación emancipatoria del imaginario colectivo, la caracterización
que Walter Benjamin hizo del "autor" como productor cultural que
no puede sino operar conflictualmente en el seno de las nuevas fuerzas productivas
y contradicciones sociales.
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