ESPECTROS DE MÜNTZER AL AMANECER
Pero volvamos a la fría noche de Nurio. ¿Qué sucedió en este vivaque sobre el altiplano central de México? ¿Por qué fue tan especial? Bueno, por nada. Simplemente por un gesto minúsculo. Mientras algunos de los acampados encendían la hoguera, uno de nosotros se acercó al Subcomandante y le entregó una copia de nuestra novela Q, que habíamos escrito bajo el nombre 'Luther Blissett'. Era una copia de la edición española. Sobre la cubierta había una dedicatoria: A "El Sub" con el calor de la lucha en una noche fría, un mono blanco (ahora de todos los colores de la tierra), casualmente autor de este libro Marcos leyó estas líneas y miró pasmado: - ¿Tu eres el autor? ¿Un mono blanco? - Sí. La escribí con otros tres tipos que también son monos blancos. Dió las gracias a nuestro compañero, cogió el libro y se largó. "Cuando se había construído la mitad del puente, Don Durito juntó a todos los animales en la orilla del rio. Luego acompañó al mono blanco a la ventana de manera que todos pudieran verlo y dirigiéndose a los otro animales dijo: -“Está construyendo un buen puente, pero no puede terminarlo solo. Ninguno puede hacerlo solo. El mono blanco, ingenuo, preguntó: -“ Entonces, ¿por qué hasta ahora me has hecho hacerlo a mi solo?" Don Durito cerró la ventana y dejó que el mono blanco se viera reflejado en el vidrio. Él se miró y no se reconoció. Su pelo ya no era tan blanco, ahora era del Color de la Tierra". 1. MARCOS, MÜNTZER Y Q (1994-99)
Hasta hoy, no sabemos si Marcos habrá tenido siquiera ocasión de leer el libro. Estuvo sobrenaturalmente ocupado en los años que siguieron. Sin embargo, darle una copia tuvo un sentido preciso. Para nosotros, este presente simbolizaba la realización de un ciclo, desde la guerra de los campesinos del siglo XVI (asunto de la novela) hasta el Levantamiento zapatista. La guerra de los campesinos fue la mayor revuelta popular de su tiempo. Estalló en el corazón del Sagrado Imperio Romano y fue salvajemente reprimida en 1525, un año antes de que los Conquistadores iniciasen la sangrienta invasión del sur de México y destruyesen la civilización maya. El Levantamiento zapatista ha sido la rebelión campesina más inspiradora de nuestro tiempo. Tuvo lugar en el sur de México, partiendo de la iniciativa de activistas mayas y ha influído en las luchas de todo el imperio impío de hoy. Llámalo quiasmo si quieres. La Guerra de los Campesinos fue un evento prefigurador, igual que su principal agitador, Thomas Müntzer, fue un carácter prefigurador. Fue literalmente una pre-figuración, porque el orden social que Müntzer y los campesinos revolucionarios imaginaron estaba muy por delante de su época, de hecho está aún por delante de nuestro tiempo y no es todavía más que una alucinación colectiva seguida por explosiones de violencia de masas. Ésta es la interpretación conservadora iniciada por Martin Lutero y refinada por Norman Cohn, quien describió a Müntzer como un precursor del totalitarismo moderno y la locura nazi. Y una mierda. Los campesinos estaban lejos de estar locos: tenían programas sociales (aunque toscos) y pretendían alcanzar objetivos concretos. Tenían necesidades reales y su práctica estaba enraizada en la realidad social de su tiempo. Sus logros parciales fueron tangibles: conquistaron ciudades, establecieron consejos revolucionarios y sacudieron la estructura del poder desde los fundamentos hasta los dientes podridos de los príncipes. En un territorio feudal fragmentado en incontables ciudades-estado, la guerra de los campesinos fue una rebelión ilimitada, nacional, pangermánica mucho antes de que Alemania llegase a existir como nación. Los errores de los campesinos -tanto ideológicos como estratégicos- eran inmanentes a este contexto sociohistórico, pero sus políticas habían empezado a trascenderlo. Fueron derrotados y masacrados, pero su legado está todavía con nosotros, enterrado en el mismo suelo que pisamos, y puede volver a la superficie cada vez que el orden social sea amenazado desde abajo. Igual que la retórica de los líderes campesinos, resuena todavía a través de los siglos [1]. Müntzer nos habla todavía de muchas formas y con muchas voces. Desde luego habló a cuatro activistas contraculturales a finales de 1995, dos años después de que las noticias del Levantamiento hubiesen cruzado el Atlántico, inspirando un nuevo fenómeno llamado Luther Blissett Project.
Las estrategias de comunicación de los zapatistas influyeron mucho en el LBP. Ya en los primeros textos producidos por Luther Blissett pueden encontrarse referencias al Sub y al EZLN. Lo que nos fascinaba era el modo en que los zapatistas eludían encuadrar su lucha en ninguno de los desesperadamente manidos modos de pensamiento del siglo XX, y rechazaban las viejas dicotomías como reformistas vs. revolucionarios, vanguardia vs. masas, violencia vs. no-violencia, etc. Los zapatistas eran evidentemente de izquierdas, pero parecían rechazar cualquier pensamiento lineal en la escala tradicional de izquierda y derecha, y de una manera que no tenía nada que ver con la forma en que algunos fascistas europeos argumentan que ellos no son "ni de derechas ni de izquierdas". El lenguaje zapatista se apartaba del "tercermundismo" estereotípico. Conectaba la reapropiación creativa y el uso de viejos mitos, cuentos populares, leyendas y profecías con una visión que abarcaba un nuevo transnacionalismo (Huey P. Newton lo hubiese llamado "Intercomunalismo"). La "comunidad" de la que hablaban los zapatistas era abierta, iba más allá de las fronteras de los grupos étnicos en cuyo nombre hablaban. "Todos somos indígenas del mundo", decían. Venían del rincón más miserable del mundo conocido, y aún así pronto entraron en contacto con rebeldes de todo el orbe. La estrategia de comunicación de los zapatistas estaba basada en el rechazo de los tradicionales líderes que chupan cámara. En los primeros días del Levantamiento, Marcos declaró: "Yo no existo. No soy más que el marco de la ventana"; luego explicó que "Marcos" era solo un alias, y que él era sólo un "subcomandante", un portavoz para los indígenas. Afirmó que todos podían ser Marcos, y que ese era el sentido del pasamontañas. La revolución no tiene rostro, porque tiene todos los rostros. "Quien quiera ver el rostro bajo el pasamontañas, que coja un espejo y se mire", decía Marcos. De aquí parte Luther Blissett. Los comentaristas siempre han especulado con los supuestos "orígenes situacionistas" del proyecto (una vía sin salida, de haber allí una vía), mientras que la verdad estaba ante los ojos de cualquiera. El ejemplo establecido por los zapatistas ayudó al LBP a refinar su propósito: arrancar el uso de los mitos de las manos de los reaccionarios. El Luther Blissett Project fue un plan concebido para cinco años más o menos, y duró desde 1994 hasta 1999. Cientos de personas de toda Italia y otros países adoptaron ese nombre e hicieron contribuciones en términos de burlas mediáticas, programas de radio, fanzines, vídeos, teatro callejero, performances artísticas, política radical y escritos teóricos. Hubo al menos cincuenta agitadores activos en Bolonia de principio a fin. En 1995 algunos de ellos concibieron la idea de escribir una novela histórica. Esta novela acabaría siendo Q. Como estábamos imbuidos de las sugerencias frescas de los zapatistas, casi inmediatamente pensamos en volver a contar una insurrección campesina, mejor dicho, la madre de todas las insurrecciones modernas, campesinas o no. Ya conocíamos a Müntzer: en sus años adolescentes, uno de nosotros había pertenecido brevemente a un grupo marxista para el que la lectura de La guerra de los campesinos en Alemania de Friedrich Engels era poco menos que obligatoria. Y puede sonar extraño para un país católico, pero Italia tiene una interesante tradición de estudios sobre Müntzer y las alas radicales de la Reforma. Los sermones de Müntzer se publicaron por primera vez en Italia en 1970. En los setenta, una década fuertemente politizada, la figura de Müntzer se investigó y se discutió intensamente. En un año tan crucial como el de 1989, vinieron a Ferrara -a unas veinte millas de Bolonia- estudiantes de diversas partes de Europa (incluyendo la Alemania del Este cercana al colapso), y tomaron parte en una conferencia llamada "Thomas Müntzer y la revolución del hombre corriente". Pero, ¿por qué contar otra vez esta historia? ¿Por qué escribir una novela histórica sobre un tema tan anacrónico? ¿Qué sentido podía tener Thomas Müntzer y la guerra de los campesinos en los "rugientes noventa"? El "comunismo" había fracasado, la "democracia" había ganado, la creencia en el libre mercado era indiscutible para lo que los franceses llamaban la pensée unique, "el pensamiento único [= el único permitido]". La ideología "neoliberal" centrada en el mercado había triunfado. ¿Y queríamos escribir una novela sobre holgazanes proto-comunistas hace tiempo olvidados? Si, queríamos. En un tiempo de hybris contrarevolucionaria, en medio de "la década más codiciosa de la historia" (como la llamó Joseph Stiglitz), pensamos que un libro así era más necesario que nunca. Pronto topamos con un trabajo del dramaturgo alemán Dieter Forte, un drama de 1970 titulado Luther, Müntzer y los contables de la Reforma. Era una alegoría explícita sobre el movimiento de 1968 en Alemania Occidental. Este texto tuvo un poderoso efecto sobre nosotros. Fue el pedal de arranque del proceso de escritura. A decir verdad, la guerra de los campesinos y la predicación de Müntzer eran sólo el principio de la historia que íbamos a contar. Q cubre más de treinta años de historia de Europa, desde 1517 (cuando Luther clavó sus 95 tesis en la puerta de la catedral de Wittenberg) hasta 1555 (año de la paz de Augsburgo). Aquellos tumultuosos años aportan historiadores y narradores pioneros con muchos elementos prefiguradores, y los radicales de esta época parecían haber probado prácticamente todas las estrategias y tácticas revolucionarias. Si escuchamos atentamente lo que el siglo XVI tiene que decirnos, encontraremos anarquistas, proto-hippies, socialistas utópicos, leninistas duros, maoístas místicos, estalinistas locos, a las Brigadas Rojas, la Angry Brigade, los Weathermen, Emmett Grogan, Friar Tuck, el punk rock, a Pol Pot y al Camarada Gonzalo (del movimiento guerrillero Sendero Luminoso de Perú). Todo un ejército de espectros y metáforas. Encontramos también todo tipo de activistas contraculturales, bodiartistas, panfletistas y editores de fanzines. Nuestro personaje principal, el héroe sin nombre, se involucró en todos y cada uno de los proyectos subversivos con los que se topó, desde la guerra de los campesinos a la toma anabaptista de la ciudad de Münster, desde la secta terrorista de Jan Van Batenburg, los Zwaardgeesten, hasta la comunidad lealista de Amberes, desde el contrabando de libros en Suiza y el norte de Italia hasta la huída final de Europa al Imperio Otomano. La tercera parte de la novela se hace eco de prácticas propias de Luther Blissett, como la difusión de noticias falsas y la creación de un personaje virtual (Tiziano el anabaptista), con el propósito de desconcertar a los poderes fácticos. No obstante, hay poca duda de que Müntzer es una de las figuras clave de la novela. Es el personaje que más se imprime en la memoria de los lectores. Queríamos escribir un libro feroz y apasionado, un libro consciente de sí mismo como artefacto cultural (mejor dicho, como arma cultural), pero sin el escudo habitual del desapego postmoderno y la ironía que supuestamente todo lo explica. Una novela que anunciase el retorno de la ficción narrativa popular/radical. El mundo necesita novelas de aventuras escritas por gente que tome su escritura en serio, que se pringue sin eludir su responsabilidad -que se pringue sin dejar de rendir cuentas. En marzo de 1999, la publicación de Q fue nuestra contribución final al Luther Blissett Project, que acabó al finalizar el año. Cuando se publicó en Reino Unido, el novelista británico Stewart Home la describió como un ejemplo de "postmodernismo proletario", poniendo más énfasis en el adjetivo que en el nombre. Tales clasificaciones provisionales siempre indican que está teniendo lugar un cambio. Más tarde, la tendencia literaria que floreció en la estela de Q se llamó "nueva épica italiana". [2] 2. EL CASTILLO SITIADO (1999-2001)
A la publicación de Q siguió una extensa gira de presentación por toda Italia (y Ticino, el cantón italoparlante de Suiza). Nos reunimos con cientos de lectores en todo tipo de lugares de encuentro (okupas, bibliotecas, librerías, festivales, etc.), que planteaban sus dudas y discutían la recepción del libro en la escena literaria. Durante esta gira anunciamos que, tras el final del LBP, comenzaríamos un nuevo proyecto, trabajando más estrechamente, enfocado a contar historias y sin una fecha límite por delante. Wu Ming ya estaba a la vuelta de la esquina. Estábamos todavía de viaje cuando estalló la Batalla de Seattle. Fue el 30 de noviembre de 1999. Esa tarde llegamos a Lodi, una pequeña ciudad de Lombardía, y tuvimos un encuentro con los lectores en la biblioteca municipal. En lugar de hablar del libro, estuvimos desvariando con lo que acababa de ocurrir en la cumbre de la OMC. Teníamos la impresión de que era el principio de algo grande. Y se hizo grande, en efecto. Muy pronto, el nuevo movimiento hizo erupción como un desafío mundial a las instituciones globales que regulaban de arriba a abajo los "mercados libres": el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y demás chupasangres. El 2000 fue un año de intensa organización, de protestas e interrupciones de importantes cumbres. Las manifestaciones más relevantes tuvieron lugar en Praga a finales de septiembre, cuando miles de manifestantes ridiculizaron una reunión del FMI y el BM juntos. Estuvimos allí también. En cierto momento, el movimiento determinó que el enfrentamiento decisivo, su prueba de fuego, tendría lugar la tercera semana de junio de 2001 en Génova, al norte de Italia, donde se había programado una cumbre del G8. Sería la primera cumbre del G8 desde la elección de George W. Bush como presidente de los Estados Unidos, y la primera también con el payaso derechista Silvio Berlusconi como primer ministro italiano y anfitrión cachondo del evento. En abril de 2001 se juntó en Quebec gente de todas partes de Norteamérica para protestar contra el tratado de FTAA. Las marchas fueron coloristas y radicales; la protesta, imaginativa y muy diversa. Muchos hilos radicales diferentes se trenzaron para formar cuerdas, no sólo en sentido metafórico, sino también literal, con los brazos enganchados como garfios para derribar el "Muro de la Vergüenza" (la cerca que rodeaba el área de la cumbre). ¿Sabes? Estuvimos allí, y creímos que fue una experiencia interesante, así como un buen presagio de Génova. Mientras tanto sucedían cosas curiosas en Italia y otras partes. En las manifestaciones veías gente que parecía Bibendum, el Hombre de Michelín: llevaban cascos, monos blancos y, debajo de los monos, algún tipo de protección corporal: hombreras, tobilleras, chalecos salvavidas, cojines, incluso planchas de espuma de empaquetar. Veías cientos de aquellas divertidas figuras portando grandes escudos de plástico o barricadas móviles hechas de neumáticos marchando hacia los maderos en formación de falange. No tenían armas ofensivas, sólo formas inventivas de impedir que las porras les partiesen los huesos. Se llamaba "desobediencia civil acolchada" o "desobediencia civil all'italiana". Había algo inconfundiblemente "a lo Blissett" en esta práctica enigmática, y pronto empezamos a cooperar con aquella gente, huérfanos en su mayoría de los huérfanos del viejo movimiento autónomo.
No fue el único fenómeno extraño que detectamos aquellos días, ya que el fantasma de Thomas Müntzer (¡y no otro!) estaba reapareciendo en lugares inesperados. No fue el único fenómeno extraño que detectamos aquellos días, ya que el fantasma de Thomas Müntzer (¡y no otro!) estaba reapareciendo en lugares inesperados. Había algún tipo de cortocircuito entre Q y el movimiento. Gracias al boca a boca y a internet, la novela se había convertido en un superventas internacional. Comenzamos a ver la frase de Müntzer "Omnia sunt communia" [Todo es común] en pancartas y carteles. Empezamos a ver que los activistas utilizaban citas de Q como firmas de correo electrónico. En los foros dedicados al movimiento, la gente adoptaba seudónimos como "Magister Thomas" o "Gert-del-Pozo". Fue sólo el principio de una relación extraña, controvertida y problemática entre nuestro trabajo literario y la lucha en curso. En los meses anteriores al momento decisivo de Génova, los nombres "Wu Ming" y "Wu Ming Foundation" se asociaban más con actividades de "agit-prop" que con nuestra producción literaria. Fue culpa nuestra principalmente, ya que estábamos tan inmersos en la lucha que se hizo difícil evitar la confusión de roles. Por ejemplo, aunque no se mencionase el autor, todo el mundo sabía que éramos los responsables de la llamada épica conocida como De las multitudes de Europa..., que en primavera y principios de verano de 2001 se reenvió constantemente, se fotocopió, se imprimió en panfletos y periódicos, se emitió por radio, fue recitada por actores, se garabateó en las paredes, etcétera. Obviamente, Müntzer era uno de los ancestros reivindicados por el "nosotros narrador" del edicto: "Somos el ejército de campesinos y mineros que siguieron a Thomas Müntzer. [...] Los lansquenets nos exterminaron en Turingia, Müntzer fue despedazado por el verdugo, y aún así nadie podía negarlo: todo lo que pertenecía a la tierra, a la tierra volvería." "El texto es una declaración de guerra. Una guerra política e histórica, pero también transhistórica y transpolítica. Los poderosos de la tierra reunidos en Génova para la cumbre del G8, así como sus consejeros y colaboradores instruídos y biempagados, no van a enfrentarse a la "gente de Seattle", estudiantes, gamberros de los centros sociales y algunos pobres diablos y freaks rasgando guitarras o rompiendo ventanas. Es decir, toda esa gente estará allí, pero junto a ellos, tras ellos, dentro de ellos irá marchando un inmenso Ejército de Muertos. Y el texto llama a los que han caído, hace una lista de todas esas tropas cubiertas por el polvo de los siglos y dispersadas por los vientos de la historia, con la épica puntillosa del "Catálogo de buques" de Homero". - El historiador Franco Cardini, revista semanal de L'Espresso, 22 de junio de 2001. También escribimos o co-escribimos una buena cantidad de textos (incluyendo, ya lo creo, La fábula del mono blanco), así como guiones para performances callejeras y maniobras en los medios. Al volver la vista atrás, creemos que el fantasma de Müntzer, Q y -en consecuencia- los autores de la novela se encontraron en el centro de la movilización porque estaba tomando forma en este medio una metáfora general: cada vez con más frecuencia, el imperio se describía como un castillo asediado por un ejército heterogéneo de campesinos. Esta metáfora se repite en textos y discursos. A veces de forma explícita, a menudo sólo de forma implícita, pero está ahí. Su emergencia estuvo influída por diversos factores. 1. Las cumbres se encerraban invariablemente en áreas cercadas, fuertemente militarizadas (llamadas a veces "zonas rojas"), lo cual evocaba imágenes de un régimen bajo el asedio de los manifestantes. Las manifestaciones tomaron la forma de "bloqueos": cuanto más quería el poder mantener a la gente fuera y lejos de allí, más obligaba la gente a los poderosos a reunirse en guarniciones ridículamente sobre-fortificadas. Metafóricamente hablando, se encerraban en castillos. 2. El movimiento había adoptado firmemente (y afirmado en voz alta) una postura ecológica, y se había difundido la lucha contra los Organismos Genéticamente Modificados, especialmente en Europa. En Francia, la Confederation Paysanne [Confederación Campesina] de José Bové se hallaba muy activa destruyendo semillas de OGM y destrozando restaurantes de McDonald. 3. La popularidad de los zapatistas estaba alcanzando cimas cada vez mas altas entre los activistas de Europa y Norteamérica. 4. El Foro Mundial del movimiento tenía lugar repetidamente en Porto Alegre, Brasil, un país donde había un movimiento campesino radical - el Movimento Sem Terra- activo y extendido. Aunque inspiradora y eficaz, la metáfora era una falsa representación. No había ningún asedio real en curso, ya que no puedes sitiar a un poder que está en todas partes y cuya principal manifestación es un flujo constante de electrones de bolsa a bolsa. Esta falsa representación se mostraría fatal en Génova. Estábamos malinterpretando las ceremonias formales del poder hacia sí mismo. Estábamos cometiendo el mismo error que Müntzer y los campesinos alemanes. Habíamos escogido un campo de batalla y un supuesto día D. Nos estábamos dirigiendo a Frankenhausen. 3. FRANKENSTEIN EN FRANKENHAUSEN
Thomas Müntzer nos habló, pero no entendimos sus palabras. No eran de bendición, sino de advertencia. Es imposible negar la responsabilidad que tuvo el colectivo Wu Ming. Estuvimos entre los más entusiastas animando a la gente a ir a Génova y condujimos el movimiento a la emboscada. Tras el baño de sangre, nos llevó cierto tiempo -y mucha reflexión por nuestra parte- entender nuestros propios errores (específicos) dentro del contexto de los errores (generales) cometidos por el movimiento. Claramente, algo iba mal con la práctica de la "mitopoiesis" o "los mitos construídos desde abajo", lo cual estaba -y está- en el centro de nuestra filosofía. Por "mito", nosotros nunca entendimos una falsa historia, o sea el uso más banal y superficial del término. Nosotros siempre utilizábamos la palabra en relación con una narración de alto valor simbólico, cuyo significado entiende y comparte una comunidad (p. e. un movimiento social), cuyos miembros se la cuentan unos a otros. Siempre nos interesaron las historias que crean vínculos entre los seres humanos. Las comunidades siguen compartiendo esas historias, y cuando las comparten las mantienen (con ilusión) vivas e inspiradoras, la narración en curso las hace evolucionar, porque lo que sucede en el presente cambia el modo en que recordamos el pasado. Como resultado, esas historias se modifican de acuerdo con el contexto y adquieren nuevos significados simbólico/metafóricos. Los mitos nos proporcionan ejemplos a seguir o rechazar, nos aportan un sentido de continuidad o discontinuidad con el pasado y nos permiten imaginar un futuro. No podríamos vivir sin ellos, son el modo como funciona nuestra mente. Nuestro cerebro está "formateado" para pensar a través de narraciones, metáforas y alegorías. [3] Llega un momento en que las metáforas sufren esclerosis y se hacen cada vez menos útiles, hasta que se vacían de sentido, se convierten en clichés repugnantes, en obstáculos para el surgimiento de historias inspiradoras. Cuando esto sucede, la gente tiene que abandonarlas, buscar nuevas palabras e imágenes. Los movimientos revolucionarios y progresistas siempre han hallado sus propias metáforas y narrado sus propios mitos. La mayoría de las veces estos mitos sobrevivían más allá de su vida útil y se hacían alienantes. Cuando el rigor mortis comenzaba, el lenguaje se acartonaba, las metáforas acababan esclavizando a la gente en vez de liberarla. La generación siguiente reaccionaba a menudo rechazando el pasado y desarrollando actitudes iconoclastas. La vanguardia de cada generación de radicales describía los mitos que heredaba nada más que como falsas historias. Algunos reclamaban que el discurso radical fuese "desmitologizado", ya fuese en nombre de la Razón, de la "corrección política", del nihilismo o de la simple estupidez (como cuando se utiliza el argumento de que 'los mitos son intrínsecamente fascistas'). Nadie puede borrar el pensamiento mitológico de la comunicación humana, porque está incrustado en el circuito de nuestras neuronas. Es un hecho que toda iconoclastia genera al final una nueva iconofilia, contra la que se enfurecerán los nuevos iconoclastas. El ciclo no se acabará nunca si no entendemos cómo funcionan estas narraciones. El problema con los mitos no es su falsedad, su verdad... o su verosimilitud intrínsecas. El problema es que se esclerotizan fácilmente si los damos por hechos. El flujo de historias debe mantenerse fresco y vivo, tenemos que contarlas cambiando también los medios, los ángulos y los puntos de vista, obligándolas a un ejercicio constante para que no endurezcan, oscurezcan u obstruyan nuestros cerebros. Esto es una tarea extremadamente ardua, por supuesto, por varias razones. En primer lugar, es muy fácil subestimar los peligros que supone trabajar con mitos. Uno corre siempre el riesgo de emular al Dr. Frankenstein, o peor aún, a Henry Ford. No podemos crear un mito a voluntad, como en una cadena de montaje, ni invocarlo artificialmente en condiciones de laboratorio. Para ser más exactos: podríamos, pero tendría malas consecuencias. Ampliando algunas observaciones de Karoly Kerenyi, el mitólogo italiano Furio Jesi trazó una clara distinción entre una aproximación "genuina" a lo mitos (aunque después criticaba el uso del adjetivo que hace Kerenyi) y una invocación forzada de éstos con un propósito específico (generalmente político). Pensemos en Mussolini cuando describía la invasión de Abisinia como "la reaparición del Imperio sobre las colinas fatales de Roma". Kerenyi y Jesi llaman a esta última estrategia "tecnificación de los mitos". El mito tecnificado se dirige siempre a los que Kerenyi llama "durmientes", es decir, aquellos cuya actitud crítica está inactiva, porque las poderosas imágenes transmitidas por los tecnificadores han inundado su conciencia e invadido su subconsciente. Por ejemplo, podemos "quedarnos dormidos" durante la increíblemente hermosa primera hora y media de Olympia (1938) de Leni Riefenstahl. Por el contrario, una aproximación "genuina" a los mitos exige estar atentos y en actitud de escucha. Tenemos que plantear interrogantes y escuchar lo que los mitos tienen que decirnos, tenemos que estudiarlos, buscarlos en su terreno, con humildad y respeto, sin tratar de capturarlos y llevarlos por la fuerza a nuestro mundo y a nuestro presente. Se trata de una peregrinación, no de un safari. El mito tecnificado es siempre "falsa conciencia", incluso cuando creemos usarlo con un buen propósito. En un ensayo titulado Literatura y mito, Jesi se preguntaba: '¿es posible inducir a la gente a actuar de una forma determinada -gracias al poder ejercido por evocaciones idóneas de mitos- y luego inducirla a criticar los motivos míticos de su conducta?'. Él se respondía: 'parece prácticamente imposible'. En el apogeo del movimiento global (desde otoño de 1999 a verano de 2001) tratamos de operar en el espacio entre el adverbio ("prácticamente") y el adjetivo ("imposible"). Tratamos de usar el adverbio para hacer saltar el adjetivo. Juzgábamos la respuesta de Jesi demasiado pesimista. Pensábamos que "abrir el laboratorio" y mostrar a la gente cómo procesábamos "mitologemas" -es decir, unidades conceptuales básicas, el "grano" metafórico de las s mitológicas- bastaba para proporcionarles las herramientas de la crítica. Nuestra quimera era la "distancia correcta" con respecto al mito: ni tan cerca como para caer en el estupor, ni tan lejos que no sintamos su poder. Era un equilibrio difícil de mantener, y de hecho no lo mantuvimos. Porque el problema es también: ¿quién es el artífice, el invocador, el obstétrico de la mitopoiesis? Debería ser todo un movimiento, una comunidad o una clase social la que manejase los mitos y los mantuviese en movimiento. Ningún grupo particular puede arrogarse este cargo. Al final de la jornada acabamos siendo "oficiales" asignados para manipular metáforas e invocar mitos. Nuestro rol llegó a ser casi el de especialistas. Una célula agit-prop. Seguramente De las multitudes de Europa... puede ponerte los pelos de punta, hacerte sentir que vas directo a Génova, pero eso no no es todo. Nunca buscamos caminos para "criticar los motivos míticos de nuestra conducta". "Prácticamente" nunca hizo saltar a "imposible". Actualmente no hay otra alternativa que continuar el trabajo: hemos de seguir explorando, aguzar nuestros oídos y aproximarnos a los mitos de una forma que no sea instrumental. Tenemos que entender la naturaleza de los mitos sin querer reducir su complejidad y probar sus propiedades aerodinámicas en el túnel de viento de la política. Lo que ocurrió en Génova no fue una derrota "militar", sino una catástrofe cultural. 20 de julio de 2001. Aquel viernes por la tarde, en esa larga calle llamada Via Tolemaide, nadie llevaba monos blancos. Unos días antes decidimos extender la práctica de la "desobediencia civil acolchada" tanto como fuese posible. Incluso un símbolo tan abierto como los monos podía llegar a estorbar. Así, sólo se hizo referencia a una práctica compartida al calificarse como "desobedientes" los marchadores que salían en tropel del Estadio Carlini. Entonces los carabinieri asesinaron a Carlo Giuliani, y todas las manifestaciones se disolvieron debido a la represión. Miles de personas tuvieron que abrirse paso para volver al estadio, como la banda de los Warriors regresando a Coney Island. Esa noche nos sentimos como blancos del tiro de pichón. Todo el mundo estaba asustado, y todavía teníamos que responder y tomar las calles de nuevo. En este punto, nuestra única esperanza era que viniese a Génova tanta gente como fuese posible para manifestar su solidaridad. Al día siguiente, aparecieron 300.000 personas para salvar nuestros pobres culos. No eran militantes duros: los militantes duros estaban ya en la ciudad. Eran gente corriente con sentimientos progresistas, escandalizada por la carnicería que habían visto en televisión. Siempre estaremos agradecidos a esa multitud, siempre, toda nuestra vida. Ese sábado por la tarde nos prometimos no traicionar nunca a aquella gente. La salvación residía en ser abierto de mente, honesto y comprensible. La salvación residía en mantenerse lejos del sectarismo. Fue entonces cuando, instintivamente, comenzamos a trabajar sobre un nuevo mitologema que contuviese la crítica de los anteriores: Génova como Frankenhausen. Un tipo que escuchaba nuestra conversación de reojo preguntó: -¿Quién cojones es ese Frank Enhausen del que estáis hablando? Menos de dos meses después de Génova vino el 11S. La situación en el país y en el mundo se puso mucho más difícil, y la metáfora del "asedio" se volvió en contra. En 2003 el movimiento italiano atravesaba ya una profunda crisis. Ni siquiera la movilización de masas contra la guerra de Irak pudo infundirle nueva energía. Al final, se retrajo a una presencia marginal, una presencia que ocupa el espacio semántico del discurso ultraizquierdista tradicional. El aburrido rol usual dirigido por aburridas reglas. Un puñado de "revolucionarios profesionales" tomó el relevo de la izquierda, cometieron todo tipo de fallos y demostraron ser inmensamente inadecuados. Resurgieron las fosilizadas tácticas y estrategias sub-leninistas. Se disipó un montón de tiempo y energía en guerras intragrupales de identidad. Las asambleas se convirtieron en patéticas peleas de gallos. La mayoría de los activistas sensitivos, "no regimentados" (especialmente las mujeres) se aburrieron y se fueron. Nosotros nos fuimos con ellos. Una autoproclamada vanguardia de ex-tute bianche se embarcó en nuevos proyectos que nosotros consideramos grotescos y cuya descripción está claramente más allá del alcance de este texto. Nuestra colaboración con esta red terminó poco después de un año, así que paz y después gloria. Desde entonces, hemos dedicado nuestro tiempo y nuestro esfuerzo en apretar las tuercas de nuestro proyecto literario, escribiendo nuevas novelas y ensayos y ampliando nuestra presencia en la cultura y en la industria cultural. No hemos renunciado a la lucha, ni mucho menos, pero nunca más reproduciremos a Frankenstein con los mitos tecnificados. Y seguimos adelante, y el ejército de animales de Don Durito sigue adelante, y ninguna derrota es definitiva, y los corazones laten todavía.
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