No existe un modo “correcto” de producir objetos inútiles.
Notas sobre límite, goce y experiencia urbana.
por Wu Ming 5, junio de 2004
Traducido en castellano por Nadie Enparticular, 2006
I. General
A todo discurso que evoque la idea de un límite al crecimiento indefinido de la fuerza material de la especie se le tilda de primitivismo, idealismo y otros ísmos. Sucede incluso cuando el discurso se concreta y desarrolla en la esfera de la episteme, cuando se utilizan como base y posibles vías de fuga los logros que provienen del ámbito de la ciencia, y no de la religión, de la superstición o del sentido común.
Interrogarse sobre la proximidad del límite produce adversarios: desde los paladines del nuevo orden mundial, pasando por aquellos que consideran posible un capitalismo con rostro humano para terminar en el campo de los adversarios acérrimos de “este” modelo de desarrollo y de la trágica globalización de los mercados, mercaderías y capitales vigente.
Y sin embargo el límite es connatural respecto a la idea sistema-mundo: del mundo se consume la materia, la esencia, y de poco vale ponerse a discutir si las reservas petroleras se agotarán mañana o dentro de cien años. Desde el punto de vista de una filosofía de la ciencia coherente, si la tendencia vigente es catastrófica, el modelo sistémico -economía, cultura y política- tiene que cambiar. Actualizarse. Dejar atrás cualquier forma de nostalgia por ideas e ideologías que pertenecen, literalmente, a otra época histórica del mundo.
La cultura que ha moldeado a muchos de nosotros inclusive ha nacido, creo, como reacción al mecanicismo del saber vulgar marxista, y sobre todo como reacción a una mortífera idea de abnegación productivista que negaba las razones de los cuerpos vivos y que transformaba una potencial máquina de liberación en una forma de opresión triste y embrutecedora. El rechazo del trabajo queda como la conquista más profunda y potencialmente más fecunda de esa etapa. Se nos decía: la fuerza material de la especie hace que las máquinas produzcan el mundo con una intervención cada vez menor de las tareas humanas. Que las máquinas hagan entonces el trabajo mecánico, y se libere al hombre de la esclavitud de los gestos repetitivos, humillantes, aniquiladores.
Pero las máquinas son inteligencia específica concreta. Llevan impreso el sello del hombre: funcionan según la lógica de la sociedad y de la economía que las ha construido. Las máquinas son capitalismo. La producción insensata de objetos inútiles (aún antes que de mercaderías inútiles) es capitalismo. La producción insensata de objetos inútiles es lo que hace que el límite esté cada vez más cerca.
Existen por lo tanto entidades psicomecánicas cuyo único objeto es inundar el planeta de objetos. Responden a una lógica interna y a un flujo de deseo colectivo, que se refiere a la Mente Específica y que es absolutamente necesario reorientar. La proximidad del umbral entrópico es evidente. En términos históricos, no es importante que suceda dentro de los confines de nuestra experiencia o dentro de doscientos años. Afrontar tal proximidad es ineludible. El atractor semiótico de los flujos de deseo ya no puede ser, de ninguna manera, una idea de Fuerza. So pena la extinción de la vida inteligente en el planeta. Es necesario liberarse de la superstición de que la fuerza material de la especie tiene que estar sujeta a la fabricación de objetos, y que un acceso cada vez mayor a siempre nuevos adminículos sea verdaderamente señal de riqueza, individual y colectiva.
La cultura obrerista no preveía la posibilidad de una línea de tendencia distópica que no fuera inmediatamente política: el comando capitalista orientado sobre la vida cotidiana, la subsunción real u otra cosa. La producción de objetos en cuanto tales no era ni positiva ni negativa: lo que estaba en cuestión era el modo de producirlos.
Ya está claro, por el contrario, que no existe un modo “correcto” de producir objetos inútiles.
II. Particular
Es necesario desligar la propia experiencia del mundo de una idea que vea el trabajo, humano o mecánico, en el centro de las preocupaciones de la especie y de los individuos que la componen. El trabajo como tarea, o también el trabajo como creación o creatividad: en la idea occidental de creación hay algo de arrogante, patriarcal, insoportablemente vitalista. Es necesario ligar la propia satisfacción a una práctica comunitaria diferente: en este sentido, parecen interesantes las instancias que realiza el segmento más cercano a quien escribe.
Comunidad y experiencia urbana; liberación de áreas cada vez más vastas de la tiranía de los motores a explosión, de centros de irradiación de ondas electromagnéticas, y así sucesivamente. Más allá de la distancia estilística que puede separarnos de muchos participantes, el reciente desfile Partòt [1] es un ejemplo de sustracción del espacio urbano al ansia productivista, una afirmación de la necesidad del juego y del goce, un intento de elidir la contracción cada vez más decidida de los espacios con calidad de vida.
Pero la idea de límite reaparece también en el ámbito de la práctica social y comunitaria. Un cartel colgado de una ventana en Via del Pratello decía algo como: “Porque Quiero Dormir, ¿Soy un Facista?”
Cerrar áreas de la ciudad a los motores de explosión para abrirlas a explosionados de todo tipo, gritones y chillones, en realidad ¿es un paso adelante? En otras palabras, ¿la calidad de vida es una instancia que comprende a todos o los pocos elegidos del subconsumo ostentoso?
Y desde un punto de vista cercano al político, ¿realmente tiene sentido hablar de experiencia urbana cuando ésta se limita a dos calles, dos plazas, dos cervecerías? ¿Cuál es la ciudad que esos retazos de movimiento están viviendo? La experiencia urbana implica conocimiento, nomadismo, ubicuidad. De otro modo la ciudad fácilmente se revela claustrofóbica, contraída, metáfora cementificada de las propias frustraciones e incapacidades.
III. Personal
La ineficacia de la propia experiencia en el mundo no es ontológica. En nuestro caso proviene de la patética vejez de muchos de nuestros presupuestos de partida. Proviene del haber interiorizado ideas de liberación y haberles restituido en el sentido de prácticas identitarias. Proviene del escaso cuidado de sí mismo y de la escasísima atención para con los demás. Es una recaída de la incapacidad burguesa de reconocer, de pensar, de ver a los demás. La facilidad con la cual instancias benéficas se aglutinan en eslóganes y prácticas autocastrantes está a la vista. Hoy como nunca sólo la felicidad es revolucionaria. Y es feliz quien está expuesto a cada soplo de viento.
Notas:
1. Par tòt [Para todos] es un evento anual en Bolonia, de carácter festivo y ecológico, realizado con el propósito de promover las relaciones multiculturales e intergeneracionales.
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